Gustavo para colorear

Reseña de la publicación Gustavo para colorear de Johanna Rambla

para el club de lectores por Camila Salvaré

Gustavo para colorear es un trabajo fotográfico que parte de un álbum de fotos familiar. Del deseo de atravesar la memoria, los vínculos y el afecto fantástico.

 

Se trata de un fanzine realizado por Johanna Rambla, y está centrado en un personaje enigmático: Gustavo, el hermano de su abuelo Carlos, al que nunca llegó a conocer.

 

La historia comienza con una foto colgada en el living de una casa en la calle Federico Lacroze en la Ciudad de Buenos Aires a fines de los ochentas y una nena que se fascina por el particular retrato de un hombre apoyado contra una pared de madera con el torso desnudo y una toalla en el cuello.

¿Quién es este hombre de mirada seductora  y sonrisa sugerente?

Gustavo, el de la foto, fue el tío abuelo de Johanna, murió en el año 1983 a los 48 años de edad por una enfermedad desconocida y temerosa en ese entonces, que llamaban peste rosa o AIDS, sin tratamiento ni cura.

 

Si bien nunca se conocieron personalmente, porque ella nació años después de su muerte, la autora comienza a investigar dentro de su familia para conocer más acerca de este objeto de deseo.

A través de los años, va acumulando las fotos que su abuela le regala del archivo familiar cada vez que iba a su casa. Y entre todas esas veces, un día le da un álbum completo con fotos de Gustavo.

No era un álbum de familia, eran fotos personales de Gustavo. retratos, fotos de viajes y de amigos, pero sobre todo retratos de él, siempre mirando a cámara magnético, inquietante.

Ella sabía que Gustavo había sido gay, que había viajado mucho y vivido en varios países y que trabajaba de intérprete para Naciones Unidas.

Quería hacer algo con este material que llegó a sus manos,  pero no sabía cómo abordarlo. Decidió acercarse intuitivamente al álbum y seleccionar una primer imagen, la única en la que no está Gustavo:

Los de adelante son mi abuelo y mi abuela, mi abuela embarazada de mi mamá, a punto de parir y atrás están mi abuela Clarita, o sea la mama de Gustavo, el hermano de mi abuela que es el que es desaparecido y era fotógrafo.  En esta foto estaban ahí sentados esperando el llamado de Gustavo, se sacaron una foto, se la mandaron por correo y Gustavo la intervino con acrílico. En la foto original se ven las huellas digitales de Gustavo, la pintó y la agarró fresca y quedaron las huellas de Gustavo en la pintura.”

 

Esta imagen fue un disparador de algo, un punto de inicio en el intento por comunicarse de alguna manera con él, hacerle preguntas, contarle cosas, e intervenir con pintura los retratos como hacía Gustavo, operación que finalmente le da estructura al libro.

El fotolibro aborda a este personaje entrañable de la familia a través de la fotografía que es el medio que la autora conoce y maneja, pero no hay una intención biográfica hacia Gustavo en la publicación.

 

Es una especie de bitácora, donde la artista habla y se comunica con él de manera creativa, apropiándose de esas imágenes, proceso que generó en ella un universo nuevo, lleno de disfrute y exploración donde el pasado tiene otras posibilidades en el presente y en el futuro.

 

“Creé mis propias fotos de Gustavo porque yo no le pude sacar fotos nunca– nos cuenta Johanna.

Johanna interviene la imagen e interviene la historia familiar y la memoria, rompiendo la cronología del tiempo en clave epistolar.

La operación técnica para la realización de la pieza, fue escanear las fotos del archivo de su abuela, imprimir, intervenir las copias, volver a escanear e imprimir el fanzine en risografia.

“Lo de colorear tiene que ver con que a mi me gusta crear cosas interactivas, quería hacer algo que fuera solo mío, algo interactivo con los demás. Yo coloreé mis fotos de Gustavo y ahora quisiera que los demás interactúen con él, que se extienda…” 

 

reseña: Camila Salvaré – ❤ @carmelasalvare – ✎ camilasalvare@gmail.com

Este fotolibro se puede visitar en la biblioteca de TURMA: hay que agendarse en biblioteca@somosturma.com

 

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Qué queda después

Reseña de la publicación Qué queda después: de Violeta Capasso

para el club de lectores por Julieta Christofilakis

“Descubro la ternura con la que alguna vez miré el mundo. Las fotos de lo que queda después”  escribe Violeta Capasso en su primer fotolibro publicado en diciembre del 2020. Un relato que incorpora fotografías de 10 años entre el 2009 y el 2019 en donde Violeta pasó de tener 15 a 25 años siendo mujer y víctima de un abuso sexual.

 

Un libro autobiográfico suave y delicado con tapa rosa de felpa que tiene que ser visto con sensibilidad y cuidado.

 

Lx fotógrafx nos abre las puertas de su adolescencia contándonos que, cuando tenía 15 años, se vio en el estallido de las redes sociales y se compró una cámara analógica para subir fotos. Así fue como arrancó a registrar su vida cotidiana, fotos de los lugares que habita y los lugares que la habitan a ella, sus objetos y sus marcas en el cuerpo.

La disposición de las imágenes te obliga a alejarte y acercarte al libro todo el tiempo, todas con un tinte rosado y suave, el cual contrasta con la historia.

 

Todas las imágenes son Violeta, me lx imagino caminando por la ciudad, el bosque, la playa, la fiesta, en el baño, en la cocina, en la verdulería, de mañana, de mediodía, de atardecer y de noche.

 

Casi siempre lx imagino solx pero acompañadx por la cámara, tipo vouyer,  en su registro su cotidiano. reconociéndose en las imágenes.

 

Hablamos de imágenes como registro pero ¿Qué decidimos registrar?  ¿Sacamos fotos para llevar un registro? ¿Lo pensamos o lo hacemos sin darnos cuenta? La foto como un puente al recuerdo muy ligada a la nostalgia y al pasado.

 

Una cama deshecha de mañana, una mesita de luz desordenada, una flor que se destaca del resto, un mar frío y desordenado, una taza de café vacía y abandonada, una bombacha en el piso y una mano (la mano de violeta) que lx acompaña sosteniendo dinero, pastillas y deseando fervientemente un rayo de sol.

 

“Qué queda después” el libro de fotografías y textos de Violeta, diseñado por Mateo Barbuzzi y con corrección de textos de Natalia Romero impreso en Talleres Trama publicado en diciembre del 2020 simplemente, te pone la piel de gallina y te da ganas de acariciar la tapa rosa de felpa una y otra vez.

reseña: Julieta Christofilakis – ❤ @griega.jpg – ✎ julichristofilakis@gmail.com

Este fotolibro se puede visitar en la biblioteca de TURMA: hay que agendarse en biblioteca@somosturma.com

 

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Donde la Luna es ronda

LIBROS QUE SE DAN LA MANO

Reseña de la publicación Donde la Luna es ronda: de Agustina Tato, editado por La Luminosa,

de la mano del IChing

 

Por Andrea Knight

 

Donde la Luna es ronda: un pensamiento atemporal

A un lado de mi escritorio tengo el libro Donde la luna es ronda, de Agustina Tato. Al abrirlo, flores rojas me envuelven. Acaricio el papel. Todo está preciosamente cuidado, es una invitación, como un presente.

 

En la primera página una dedicatoria dice:

“A mamá, por enseñarme a soñar, incluso en los momentos de insomnio”.

 

Luego, un poema se despliega donde leo:

“Hubo una noche donde el viento lustraba a las estrellas y acariciaba a los pájaros dormidos. Aquella noche nació mi hija.

Hubo una noche en que las nubes de hielo antártico chocaron y la luna se fue del cielo. Aquella noche murió mi madre”.

El poema continúa, pero estas oraciones funcionan como una declaración, y como el comienzo necesario de un relato.

Por ahora pensaré en nacimiento y en muerte, y en la eclosión de estos acontecimientos cuando se los medita simultáneamente.

Paso otra hoja y me recibe un jardín silencioso dónde, de pie, se halla una niña. Una rama conífera tapa su cara, y la noche parece estar llegando.

Tal vez, sea la hija…

 

Paso una hoja más. Ya es la noche. Una iluminación dura rompe su oscuridad. Ahora, son dos las niñas electrificadas en la energía del juego. Los misterios del jardín se ofrecen, al descubierto. Los tesoros del lugar conviven con el poder del retrato. Retozar se da entre disfraces, posturas, miradas sugerentes y puestas escenográficas.

 

El cuento ahora es el de una niña, icónica. Un halo de luz se cuela para darle espacio al arte.  Adentro de este libro, y de este cuento que he comenzado a imaginar,  irrumpe otro, un librito interior como un vientre que lleva a un hijo.

 

El poema continúa:

“Los árboles son calesitas, los secretos aguardan en sus ramas. Dos niñas, cómplices en su ausencia, juegan a la ronda”.

Veo un abrazo reparador. Un brazo que ronda, que está cerca y que también es testigo. Veo la presencia de un hombre. ¿Quién es? Un hombre que toma a las niñas de las manos y arrastra sus brazos en medio de la noche.

 

Y el poema habla de esto:

“Un hombre las lleva lejos, la perra gigante escucha sus sueños. La otra niña espera una lluvia de estrellas”.

 

En la tapa y en la contratapa del libro, las niñas se trenzan y se apoyan una en la otra. Son dos niñas que juegan a ser la misma o una sola niña que juega a desdoblarse en otra.

En ese jardín vive la infancia y, esos árboles, en su mayoría, han permanecido bajo las diferentes lunas, en el mismo espacio, durante tantos años.

 

 

El poema avanza:

“Juntos descubren que la oscuridad tiene luz para acunar su inocencia. La noche los protege”.

Los deseos de una niña son rezos. Los deseos de una niña se desarman con la muerte de su madre. Los deseos renacen con el origen de un hijo.

La vida es un juego fantástico, onírico y un invento. Aquellas fantasías, como pensamientos atemporales, se reconstruyen en este presente.

 

El poema concluye: “Yo viví ahí”.

 

Del otro lado de mi escritorio tengo el I’Ching. Mezclo las monedas y las arrojo. El hexagrama que toca es el 20. Kuan: La Contemplación/La vista. Interpreto lo que leo: contemplar significa mirar, pero también dejarse ser visto, ser el modelo.  La imagen con la que se ejemplifica al signo es la de una torre, desde donde hay una amplia perspectiva, pero también, esa torre, se divisa desde la lejanía.

 

La luna es otro ejemplo de esto.

fotos del libro y reseña: Andrea Knight – ❤ @aknightok – ✎ aknightok@gmail.com

Donde la Luna es ronda

Autora: Agustina Tato

Editorial: La Luminosa
Edición fotográfica: Julieta Escardó
Producción gráfica: Eugenia Rodeyro
Laboratorio digital: Bob Lightowel
Diseño gráfico: Estudio Holböllquintiero
Medidas:  20 cm ancho x 28 cm alto
Cantidad de páginas: 72
Tipo de papel: Sensation Tactil de 145 grs.
Tipo de encuadernación: Tapas blandas.

El libro Donde la luna es ronda resultó ganador del primer premio Felifa-Futura 2015. El jurado fue compuesto por Miguel Ángel Felipe, Juan Lo Bianco, Eugenia Rodeyro, Sebastián Szyd y Diego Vidart.  Fue publicado a través de la editorial La Luminosa en una primera edición de 200 ejemplares numerados y firmados.

PRÓXIMA EDICIÓN PREMIO PUBLICACIÓN LATINOAMERICANO > PREMIO PUBLICACIÓN LATINOAMERICANO

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Libros  que se dan la mano

Los libros como lugar de encuentro y reunión. Proyección de cuerpos y afectos. Libros que se dan la mano es una sección de reseñas que hacen una lectura a dúo con dos ojos puestos en dos libros, para un intercambio libresco-afectivo entre títulos que se leen y bailan a la par.

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Querida Natacha:

UN FOTOLIBRO, UN OBJETO

Reseña de la publicación Querida Natacha: de Natacha Ebers, editado por La Balsa Editora.

Objeto elegido: una cicatriz

 

Las derivas de yo o desconócete a ti mismx

Querida Natacha: nos hace preguntarnos cuáles son los alcances de un libro, dónde terminan los bordes y empieza el mundo; cuáles son los límites de la página. Y del cuerpo, ¿la piel? Querida Natacha: es una publicación y una máquina de fotos: una caja oscura, adentro del cuerpo, del texto y el dispositivo.

Las correspondencias, el desdoblamiento y la proyección: Cuerpo, cámara, dispositivo, texto

Entre otras exploraciones de géneros, este fotolibro es una epístola. El título es la dedicatoria a una emisora que recibe las cartas. Se corresponde con el nombre de la autora, quien se ubica en el lugar de receptora. Entonces, ¿quién escribe? ¿Quién hace los textos y las imágenes? Locación y fecha nos ubican en un pasado presente y futuro de una subjetividad desdoblada. Los encabezados señalan tiempo y lugar, como si fueran paradas. El libro es el dipositivo de viaje y nosotrxs lectorxs viajamos en una línea narrativa no sucesiva, en un pase de páginas, cartas, casas, imágenes…

Huella y sombra

La palabra “carta” en inglés se dice letter. Que es el mismo término que se utiliza para “letra”. Las cartas son grafemas, signos de un abecedario que es vehículo de escritura. Querida Natacha: trae la escritura a la par del carácter oral, a través del rescate de una cotidianeidad que parece esfumarse en el viento, de una vida que vive otras subjetividades, entre textos e imágenes.

 

El registro de la historia de un cuerpo y su vaivén. Nos abre la deriva de una correspondencia íntima y cotidiana –entre el género epistolar y el diario íntimo– es un poemario de cartas, tiene la poética sencilla, divertida y abismal de Manuel Puig y al mismo tiempo el manifiesto y la seriedad de una epístola bíblica o filosófica. Nos señala que todos los personajes son unx. Habla de las capas que nos forman. Todas nuestras múltiples caras. Las preguntas y respuestas que se hace Alicia, o la severidad con la que a veces se reta en Alicia en el país de las Maravillas hasta hacerse llorar (a sí misma). El sueño que fue la premonición de Dr Jeckyll & Mr Hide. El espejo de Dorian Gray. La pregunta que nos hacemos todxs: ¿Quién soy? ¿Soy lx que piensa que soy? ¿lx que actúa? El ejercicio de desdoblamiento, permite ver los niveles de consciencia y habitar el inconsciente. Soy una voz haciendo eco adentro del pase de páginas, de las cartas que leo y los espejos adentro de mi cámara oscura. Querida Natacha: nos muestra que somos peregrinxs adentro de una superficie sensible.

 

 

Querida Natacha: da luz al espíritu que habita el cuerpo como dispositivo. Nos habla de las múltiples capas, a través de las hojas y las transformaciones de la vida. Cómo llevamos otras versiones de nosotrxs en el tiempo en una vida de mundanzas, nos espeja la propia vulnerabilidad en la palabra, la desnudez, la intimidad y la confianza que brotan dentro de la cámara oscura.

Un viaje a la montaña con la prima, distintos cuartos y cambios de casa. Querida Natacha: es un viaje de mudanzas. Del cuerpo. El movimiento incesante que es la vida. Las distintas ramificaciones. Y de la relación de la fotografía con el yo, es decir: de la fotografía con la poesía.  Devenir poeta a través de la cámara oscura como el medio de des-conocimiento del cuerpo. Nos muestra que la fotografía es la expansión de la subjetividad en lx otro. La de-subjetivación del yo, como unidad mínima y máxima. Los distintos planos de la existencia, en capas. Los vínculos. La confianza en lx otrx. Y en unx mismx.

 

La cámara oscura es el medio de la imagen, al igual que los correos de la palabra o la letra. La correspondencia con alguien que existe y no existe en un plano. Muestra que la obra no es ninguna consagración, punto de llegada o destino sino una búsqueda constante en el camino del des-yo, del desconocimiento del yo, para expandirlo como cartografía a explorar y recorrer, con juegos y elementos imposibles que puedan sondar aguas profundas, oscilantes en el lenguaje del consciente y del inconsciente. Ese que vive adentro (las cartas  a esa persona que existe y al mismo tiempo no). Que orbita en el espacio liminal donde habitan las filtraciones del misterio profundo. Como las filtraciones de luz en la cámara oscura, Querida Natacha: muestra las imágenes interiores, veladas, que se llenan de luz mientras se oscurecen.

Querida Natacha:

Fotografías y textos: Natacha Ebers
Edición y diseño: Federico Paladino
Corrección: Dina Camorino Bua

Editorial La Balsa http://www.labalsa.net/ @la.balsa.ed

natachaebers.com @perlaebers

Materializado en enero y febrero de 2020 en Erredakzioa en la ciudad de Bilbao

la taller.com @la_taller @erredakzioa

PARA VENTAS DE EJEMPLARES:
últimos ejemplares a precio promocional (en Argentina) contactarse con la autora natachaebers@gmail.com
O A TRAVÉS DE LA TIENDA ONLINE DE LA EDITORIAL

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UN FOTOLIBRO, UN OBJETO

En el cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Jorge Luis Borges inventa un concepto que titula Hronir. Un hnorir viene a ser un objeto que se encuentra en el ficticio mundo de Tlön y que es cualquier objeto que surge a partir del deseo. Allí cuando un objeto es buscado intensamente, siempre se lo halla, porque la voluntad modifica la realidad, o la inventa. El mero deseo produce el objeto. Todo lo que es imaginado, es posible de aparecer.
Inspirados en este concepto, la sección Un fotolibro, un objeto propone una reseña de un fotolibro en donde se proponga la lectura del mismo acompañado de un objeto. El objeto potenciará la lectura del fotolibro y abrirá otros caminos que este alberga.

con el apoyo de

TODAS LAS FIESTAS FUTURAS

EXPERIENCIAS PROGRAMA TURMA > PORTFOLIOS

Proyecto fotográfico de Fernanda Molina desarrollado en Programa Turma

Y qué traje usará la pobre chica en todas las fiestas futuras?
Un vestido de segunda mano de quién sabe dónde a todas las fiestas futuras

Y a dónde irá? Y que está dispuesta a hacer? Cuando llegue la medianoche
Se convertirá en el payaso del domingo y llorará detrás de la puerta

Y qué traje usará la pobre chica en todas las fiestas futuras?

«All tomorrow parties» de Velvet Underground

F̶͙̭̞̺̘̱̎̃̚͜Ư̴̯͎͓͔͉̼͈̳̿̍̎I̵̛̖̔͆͛́͌̀͌̓͗͝M̷̢̗̲̬̖͙̖̘̼͚̩̟̦̼̎Ǒ̸̡̡̜̺̟̝̦̤͙̭͗̽̊́́͜͠S̷̱̣͇͙̭̟͗̒͐̈́̓̈ ̴̡̛̤̳̞̙̖̟̬̰̠̤̪̪̺̰̃̊͌̇̉̃͝T̵͈̳͍͖̘̽́̃͐̾̏́̚͜͝Ọ̶̧̧̡̡̼̙̗̘͙͔̹̘͕͛̐͐͝D̵̢̢͍̥͕̟̫̹̆Õ̵̰͚̣̒͗̀̏͒̏͊͌̚͝͠Ŝ̶̛̜̬̬̟̱̹̙̄̔́͛̇̽

 

El adentro y lo privado no pueden entenderse sin el afuera y lo público. Estas fotos de Fernanda Molina realizadas a comienzos de los 2000’s traen el contacto, la superficie honda de la foto como electroshocks que recorren las terminaciones nerviosas. Fer Molina nos muestra el cuerpo de la foto. Dejan un remanente, un efecto residual como el olor del pelo o de la ropa cuando volvés de una fiesta o el arrastre de los pies cuando duelen las plantas de bailar toda la noche. Cuando lo que queda es el cuerpo, eso que no se puede evitar.

 

La subjetividad no se reduce al sujeto

Suely Rolnik

 

Las fotos de Fer Molina cumplen un rol catártico porque no hay sujeto, pero sí una subjetividad casi intolerable. Imposible no proyectarse en la fiesta de la mano de los ojos de Fernanda, que va hacia lo que ve, lo que toca, lo que huele, lo que vive. Fernanda podría pensarse como una fotógrafa taoísta, que no sale a buscar nada sino que recibe lo que llega, lo ama y reproduce. Su fiesta no es irónica ni sórdida, sus fotos no provocan sorna. Es empatía pura.

 

ALL TOMORROW PARTIES: el reciclaje de las fiestas del pasado

Fernanda en sus fotos trae el punk All tomorrow parties después de No future como consigna del punk de la mano de los sex Pistols. El punk no murió. Sus retoques alternativos latinoamericanos lo ven reformulado. Las fotos de Fernanda reviven los cuerpos entregándose al desencanto por lo-que-hay-que-hacer. F̶͙̭̞̺̘̱̎̃̚͜Ư̴̯͎͓͔͉̼͈̳̿̍̎I̵̛̖̔͆͛́͌̀͌̓͗͝M̷̢̗̲̬̖͙̖̘̼͚̩̟̦̼̎Ǒ̸̡̡̜̺̟̝̦̤͙̭͗̽̊́́͜͠S̷̱̣͇͙̭̟͗̒͐̈́̓̈ ̴̡̛̤̳̞̙̖̟̬̰̠̤̪̪̺̰̃̊͌̇̉̃͝T̵͈̳͍͖̘̽́̃͐̾̏́̚͜͝Ọ̶̧̧̡̡̼̙̗̘͙͔̹̘͕͛̐͐͝D̵̢̢͍̥͕̟̫̹̆Õ̵̰͚̣̒͗̀̏͒̏͊͌̚͝͠Ŝ̶̛̜̬̬̟̱̹̙̄̔́͛̇̽  trae un registro de lo íntimo y la fiesta sin individualizar, colectiva, de ayer y mañana.

F̶͙̭̞̺̘̱̎̃̚͜Ư̴̯͎͓͔͉̼͈̳̿̍̎I̵̛̖̔͆͛́͌̀͌̓͗͝M̷̢̗̲̬̖͙̖̘̼͚̩̟̦̼̎Ǒ̸̡̡̜̺̟̝̦̤͙̭͗̽̊́́͜͠S̷̱̣͇͙̭̟͗̒͐̈́̓̈ ̴̡̛̤̳̞̙̖̟̬̰̠̤̪̪̺̰̃̊͌̇̉̃͝T̵͈̳͍͖̘̽́̃͐̾̏́̚͜͝Ọ̶̧̧̡̡̼̙̗̘͙͔̹̘͕͛̐͐͝D̵̢̢͍̥͕̟̫̹̆Õ̵̰͚̣̒͗̀̏͒̏͊͌̚͝͠Ŝ̶̛̜̬̬̟̱̹̙̄̔́͛̇̽

x Fer Molina

 

Fuimos todos es el retrato íntimo de un cambio cultural en la ciudad de Buenos Aires. A fines de 2004, el incendio de un local donde se hacían recitales provocó 194 muertes. La tragedia derivó en clausuras masivas de los lugares de encuentro y el consecuente traslado de la vida pública a la esfera de lo privado. Estas imágenes surgen de las reuniones que se iniciaron en ese contexto y que signaron una modalidad de encuentros para toda una generación.

fotografías de Fernanda Molina

edición digital y texto: Guadalupe Arriegue

 

GALERÍA

PROGRAMA TURMA: Desarrollo de Proyectos Fotográficos

Este portfolio es producido en el marco del PROGRAMA TURMA, un curso interdisciplinar desarrollado para fotógrafos y artistas visuales con el objetivo de profundizar sus conocimientos, afianzar el desarrollo conceptual conceptual y creativo de su trabajo, el entrenamiento técnico y la gestión participativa de proyectos.

Más información

 

 

con el apoyo de

Máscaras de lo invisible

 

MUJERES ESCONDIDAS EN RETRATOS DEL SIGLO XIX

 

Por Guadalupe Arriegue*

 

El modelo de mujer disciplinado y oculto detrás de su rol de maternidad dentro del recinto doméstico se vuelve visible –mientras quiere ser invisible– en las imágenes de mujeres escondidas sosteniendo bebés y niñxs. Otra de las prácticas particulares que experimentó la sociedad victoriana con la fotografía, y luego se expandió por América.

 

Estos retratos del siglo XIX salen a la luz en el XXI para dar cuenta del rol de la mujer dentro de la familia y la sociedad; producto de una cartografía sociocultural de otra época, que permanece vigente al mismo tiempo que es cuestionada. Tal vez sea esa la razón por la que estas madres ocultas resurgen, gracias a los archivos digitales hace una década, incluso llegaron a ser exhibidas como obra de arte en la Bienal de Venecia en 2013, en formato exposición y fotolibro, con la colección de daguerrotipos de la fotógrafa ítalo-sueca Linda Fregni Nagler.

Imágenes del fotolibro The hidden mother, de Linda Fregni Nagler, editado por MACK, Londres, 2013

 

 

Sobre el archivo del retrato y este como fuente de des-conocimiento y des-colonización

 

Cuando el modelo de mujer domesticado se encuentra instalado en el inconsciente colonial-capitalístico, a mediados del siglo XIX, se extiende la práctica fotográfica del retrato en las sociedades burguesas, que se torna el medio de fijación predilecto. El acto de retratarse por medio de fotografías posibilita perdurar en el tiempo, lo escrito supone cierta circulación más allá del referente. De alguna forma ilusoria, el retrato suspende el flujo temporal y sobrevive a la muerte. En su libro sobre la fotografía como documento social, Gisèle Freund analiza las condiciones de producción de ese tipo de imágenes, la modernización de la técnica, la circulación de retratos y el devenir de la foto como soporte documental por excelencia para la clase burguesa en los albores de la modernidad. El fenómeno de la fotografía es un fenómeno de masas, desde que el afán por retratarse es una práctica temprana al medio[1]. El poeta y crítico de arte Charles Baudelaire destacó sus posibilidades como registro de modas y costumbres[2]. De esta manera, la expansión del retrato como práctica permite la irradiación de modelos y construcciones simbólicas, reproducidas a partir de una técnica específica[3], además de ciertas creencias o valoraciones sociales alrededor de la imagen y la fijación.

 

Más que cualquier otro medio, la fotografía es capaz de expresar los deseos y las necesidades de las clases sociales dominantes y de interpretar a su manera los acontecimientos de la vida social[4]. (Freund, 1976/2017)

 

La fotografía se convierte en el archivo y repertorio[5] de prácticas colectivas, documentos que muestran y señalan (toda foto es una señalización, un marco) cosmovisiones y comportamientos del tejido social de una época, que se reproduce a sí misma para su ilusión de estabilidad y perdurabilidad. La fotografía se torna documento de los discursos que son fijados y circulan como hegemónicos y se reproducen en las sociedades. El sistema expresivo, como manifestación estético-política, define un nuevo territorio de creación colectiva. Allí es que cobran especial relevancia las investigaciones, relecturas y revisiones en los archivos fotográficos. Estos, entendidos no como fijos, sino en movimiento y en mutación constante. Los archivos son todos los discursos posibles, los efectivamente pronunciados[6] y también los que se encuentran en los intersticios de lo no dicho, disponibles para ser mencionados, encontrados, creados. Investigar prácticas sociales dentro del campo de la fotografía permite ver de nuevo. Rever y repensar pensamientos y prácticas visuales que circulan, en el flujo de los archivos y repertorios, supone analizar los surcos del comportamiento social y cultural. Resulta un clima de época el lugar especial –de relieve y relevamiento- que se le otorga a los archivos en museos, encuentros, galerías, obras, exposiciones, etc. Dejan de ser entendidos como espacio de guarda y cajones cargados de imágenes y polvo, para aparecer como el reservorio del pensamiento y el patrimonio visual y cultural. Visible e invisible. Plausible de ser cuestionado, intervenido, moldeado, reconfigurado.

 

 

Sumergirse en el trabajo con archivos fotográficos supone realizar pliegues temporales característicos de la foto, que conlleva el tiempo de la toma, el del revelado y luego todos aquellos momentos en los que sea reproducida, vista y considerada. De esta manera, la foto no está fija, se mueve en el flujo del tiempo. Las imágenes están allí, son tiempos congelados y en simultáneo enmarcan historias múltiples. Las fotografías narran y tienen más o menos densidades. Eso si las entendemos no como imágenes sueltas en un no-tiempo y no-lugar, lábiles en el vacío, sino en uso. Como práctica, supone entender a la fotografía más allá de sus dos dimensiones y de su ficticio marco fijo: implica ver sus bordes de manera flexible. Las imágenes ocupan discursos específicos, relaciones puntuales y plurales: la fotografía, como refiere Susan Sontag, es real y tiene un uso concreto[7]. Es en el flujo, el devenir, donde las fotos se relacionan y son atravesadas, transformamos las imágenes y su contenido al mirarlas de nuevo.

 

La fotografía es el medio privilegiado para el gusto burgués: “en su origen y evolución, todas las formas de arte revelan un proceso idéntico al desarrollo interno de las formas sociales” (Freund, 1974/2011). Estas formas, dentro de las que se encuentra el ideal de modelo familiar, provienen de transformaciones políticas y sociales que comienzan en Europa hacia el siglo XVI, junto a una nueva concepción, y a la par una nueva política, sobre los cuerpos. Una construcción social distinta comienza a forjarse durante los siglos del traspaso del feudalismo al capitalismo. En Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Silvia Federici da cuenta de la legislación que comienza a extenderse etre los siglos XVI y XVIII, en relación al comportamiento social, la sexualidad y el disciplinamiento del trabajo[8]. Relaciona esos cambios legislativos sobre comportamientos sociales con la caza de brujas, que condenó (¿y aún condena?) todo aquello que se desvía del ideal de plan familiar bajo la supremacía de los hombres en términos de propiedad y, dentro de ella, el cuerpo de las mujeres[9] para la gestación de fuerza de trabajo y la continuidad del clan familiar. Fue la condena al aborto y a la anticoncepción lo que encomendó al cuerpo a las manos del estado y de la profesión médica. Las torturas a los cuerpos desobedientes de esos ideales del útero como reproducción de maquinaria de trabajo, supuso una guerra de más de dos siglos de persecución y quema de personas. Explica Federici que allí fueron forjados los ideales de la mujer burguesa: “fue precisamente en las cámaras de tortura y en las hogueras en las que murieron las brujas donde se forjaron los ideales burgueses de feminidad y domesticidad”(Federici, 2004/2018)[10]. El nuevo modelo de feminidad supuso la derrota y el sometimiento de las mujeres durante los años de traspaso del sistema económico del feudalismo al capitalismo. Este nuevo modelo de esposa ideal –domesticada, casta, pasiva, obediente, ahorrativa, de pocas palabras y siempre ocupada en sus tareas domésticas- se instala fuertemente a fines del siglo XVIII.

 

Mientras que en la época de la caza de brujas las mujeres habían sido retratadas como seres salvajes, mentalmente débiles, de apetitos inestables, rebeldes, insubordinadas, incapaces de controlarse a sí mismas, a finales del siglo XVIII el canon se había revertido. Las mujeres ahora eran retratadas como seres pasivos, asexuados, más obedientes y moralmente mejores que los hombres, capaces de ejercer una influencia positiva sobre ellos[11].(Federici, 2004/2018)

 

 

Como ya hemos mencionado al comienzo, el archivo de fotos de mujeres madres escondidas se encuentra en internet, en colecciones físicas y digitales varias y también como categoría en archivos[12], incluso en venta de postales a través de sitios web. Reproducen el registro del lugar de la mujer, dentro de la familia e invisible detrás de sus hijos, plasmado a través de la máquina fotográfica. Cabe mencionar que su expansión como práctica, pareciera resultar de una imposibilidad técnica del desarrollo temprano del medio, a mediados del siglo XIX, cuando aún no había surgido la placa seca y los tiempos de exposición suponían largos minutos de la persona posando congelada. Esto crece en dificultad en el caso de los niñxs y sobre todo bebés, que no se mantienen solos, además del afán de mostrarlos más verticales que acostados[13].

 

Al revisar este archivo se revelan de inmediato esas personas escondidas a la vez que el modo de representación del cuerpo y la coreografía para la pose fotográfica, como imagen-efigie impuesta y elemento disciplinador. No se precisa de una lectura muy a contrapelo del sistema hegemónico, puesto que en la invisibilidad salta a la vista. Las fotografías de mujeres escondidas del siglo XIX señalan lo que está oculto y se ve: el rol de la mujer en la sociedad burguesa capitalista y patriarcal.

 

El retrato, construido a partir de atributos específicos y símbolos, siempre conlleva una máscara. En este caso, es el velo que oculta a la vez que señala. El anonimato lo vuelve universal. El punctum de la foto[14], el fuera de campo que aparece dentro del marco señalado, se hace evidente. Aparece la materia oscura de la foto, lo que no se ve, pero sabemos de su presencia, ejerce una fuerza. No se ve pero se percibe y es cuando ocurre el encuentro con lo real. La catarsis de Aristóteles, eureka de Maslow, tuché de Lacan. Es una realidad pendida, prendida y aprehendida que se repite y despierta. Abre la intuición, la sincronía. Si no se puede entender a la luz sin la oscuridad, ni a la escritura sin la oralidad, no podemos entender lo visible sin lo invisible. Las fotos de mujeres ocultas exhiben la máscara de la invisibilidad, revelan desde atrás del velo. La ausencia se vuelve una presencia.

 

* Guadalupe Arriegue es fotógrafa, Licenciada en Letras (UBA) y docente de Historia de la Fotografía (UNSAM). Publica y expone sus trabajos en congresos y seminarios en universidades y festivales internacionales. Trabaja en archivos y bibliotecas y coordina la biblioteca de TURMA

 

 

NOTAS

[1] La práctica del retrato es anterior a la fotografía fija –utilizando como referencia el año de la publicación de la patente por el Estado francés, 1839- y a la expansión del daguerrotipo. Gisèle Freund recupera la práctica de los pintores miniaturistas, luego las siluetas y el fisionotrazo, así como otros instrumentos ópticos o cámaras empezaron a utilizarse para la multiplicación de retratos.

[2] Charles Baudelaire, Salones y otros escritos sobre arte, Madrid, Antonio Machado Libros, 2013 [1950].

[3] Una traducción química rectangular, de dos dimensiones, en blanco y negro, hecha por una persona profesional –con competencia para la realización- en un estudio fotográfico –donde sucede la teatralización- que le otorga el investimento y los atributos relevantes al gusto de la época y sus construcciones simbólicas. Y, claro la reproductibilidad. Estos simulacros luego son reproducidos. La maquinaria del retrato y el grado de efectividad que alcanza la carte de visite. Hoy en día, una extensión más de la mano.

[4] Gisèle Freund, La fotografía como documento social, Barcelona, Gustavo Gili, 2011 [1974].

[5] Véase Diana Taylor, Performance, Buenos Aires, Asunto impreso ediciones, 2015.

[6] Michel Focault, La arqueología del saber, Siglo XXI ediciones, Mexico DF, 2011. [1969]

[7] Susan Sontag, Sobre la fotografía, Random Penguin House, Barcelona, 2016. [1973]

[8] “La novedad fue el ataque al cuerpo como fuente de todos los males, si bien fue estudiado con idéntica pasión con la que, en los mismos años, se animó la investigación sobre los movimientos celestes”. Silvia Federici, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Tinta Limón ediciones, Buenos Aires, 2018 [2004]. Pág. 218

[9] “De hecho, existe una continuidad inconfundible entre las prácticas que constituían el objeto de la caza de brujas y las que estaban prohibidas por la nueva legislación introducida durante esos mismos años con el fin de regular la vida familiar y las relaciones de género y de propiedad. De un extremo a otro de Europa occidental, a medida que la caza de brujas avanzaba se iban aprobando leyes que castigaban a las adúlteras con la muerte (en Inglaterra y en Escocia con la hoguera, al igual que el caso de la alta traición), la prostitución  era ilegalizada y también lo eran los nacimientos fuera del matrimonio, mientras que el infanticidio era convertido en un crimen capital”. Silvia Federici, op. cit. Pág. 301

[10] Silvia Federici, op. cit. Pág. 303.

[11] Silvia Federici, op. cit. Pág. 305.

[12]  Véase el sitio web del Archivo fotográfico de Ohio: https://ohiohistoryhost.org/ohiomemory/archives/1434 (consultado en mayo de 2019)

[13] Existe la lectura de que muchas de las fotografías fueron tomadas post mortem. No resulta extraña la práctica en la sociedad victoriana, lo cierto es que muchas fotografías demuestran que un poco se mueven, con lo cual en tal no cabe a la totalidad de ellas. Véase distintas opiniones en https://ridiculouslyinteresting.com/2012/07/05/more-hidden-mothers-in-victorian-photography-post-mortem-photographs-or-not/ (consultado en mayo 2019)

[14] Roland Barthes, La cámara lúcida, Buenos Aires, Paidós, 2009. [1980]

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