ACASO LAS FLORES

Reseña de Manuel Fernández para el club de lectores de TURMA

Asunción Editora

2018

Hoy es 24 de diciembre, no hace calor y en un rato voy a encontrarme con parte de mi familia en la casa de unxs amigxs que quiero mucho y veo poco a celebrar la nochebuena. En estas horas previas a la cena me pongo a ordenar algunas de las ideas que disparó en mi Acaso las flores, el libro de Cecilia Reynoso publicado por Asunción Casa Editora. 

 

Advertencia: esta reseña será escrita desde el cariño y la admiración que tengo tanto por la artista como por las editoras. 

Acá va: 

 

 

En el año 2002 LCD Soundsystem publica un sencillo llamado Losing my edge. Allí, James Murphy cuenta que está perdiendo ventaja frente a las nuevas generaciones de jóvenes músicxs. En algunos párrafos de la canción nombra varios acontecimientos fundacionales de la historia de la música pop (o al menos de su historia) y canta: Pero yo estuve ahí, ubicándose en el centro de la escena, marcando una diferencia con sus competidores imaginarios y estableciendo también un vínculo tan fuerte con ese hecho histórico que le permite sentirse parte de ese momento. 

 

Al mirar el libro de Ceci no puedo evitar sentir lo mismo. No conozco a las personas retratadas, pero siento que yo estuve ahí, que participé de esas reuniones, que jugué con lxs niñxs, que lxs vi crecer y que atravesé junto a ellxs los mejores y los peores momentos del grupo. Entiendo que esto no es por conocer el trabajo, ni por haber visto muchas veces las fotos, sino porque Acaso las flores cumple con aquella premisa que dice Pinta tu aldea y pintarás el mundo. 

El libro deja grandes espacios en blanco alrededor de cada una de las fotos, como para que quien lo observe pueda completar ese vacío con sus recuerdos. Una operación diferente a la que tiene lugar en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004) donde Joel Barish, el personaje interpretado por Jim Carrey, agobiado por el final de una relación, acude a Lacuna Inc. para borrar todo recuerdo de Clementine (Kate Winslet), generando así una serie de huecos en su memoria. En la publicación estas superficies blancas ayudan a que nos reencontremos con nuestra historia. 

El libro propone también un diálogo entre los vínculos familiares y las referencias visuales. Comienza con un fotograma en tapa de una película de Luchino Visconti y continúa con treinta y cuatro cuadros más de diferentes películas del mismo director italiano. Estas capturas fueron impresas a página entera y en un papel de gramaje ligero, mientras que las fotografías están impresas en un papel de mayor gramaje y ocupan una pequeña porción del ángulo superior derecho de cada doble página. Como si con esta decisión de diseño, las editoras Alejandra González, Agustina Triquell y Mariela Sancari, hubieran querido arriesgar desde la materialidad del libro una suerte de jerarquización entre las fotografías, las capturas, las referencias, los recuerdos y la construcción de memoria.

Otro vínculo posible entre las fotos de Ceci y las capturas de Visconti -aparte del encadenamiento infinito que propone el texto en el interludio del libro- es el de la relación entre cine y fotografía, y en especial con la puesta en escena. Las fotos de la familia Flores se mueven en una línea difícil de definir entre el registro documental y lo escenificado. Quizás sea por la iluminación elegida o por lo inverosímil de algunos de los instantes capturados. Como sea, estas imágenes generan una sensación, a la vez extraña y placentera, de no saber bien si lo que se ve es algo preparado para la toma o no. De todas formas, nada de eso importa. 

 

Lo que sí importa es cómo Acaso las flores construye este álbum familiar / universal / árbol genealógico de referencias a partir del cual quienes vemos el libro tenemos la posibilidad de sentir que estuvimos ahí. 

Manuel A. Fernández 

El finde estuve en Rosario

Reseña del libro «El finde estuve en Rosario» de Maria Victoria Sananes para el club de lectores de la biblioteca de TURMA por COPIA

Me encuentro con María Victoria Sananes (@toiasananes) en un Café sobre Av. Dorrego por el que pasan muchos colectivos. Llego primera y cuando me avisa por whatsapp que está a unas cuadras pienso en cómo saber quién es quién. En general, este miedo nunca tiene complicaciones porque, o soy la única sentada fumando un cigarrillo mirando para las cuatro esquinas o porque en mi foto de whatsapp aparezco con el mismo corte de pelo que llevo ahora, solo que un poco más prolijo. La reconozco de inmediato, es bastante parecida a las selfies del libro del que nos juntamos a conversar y me gusta ver cómo era en el 2014, siento que la stalkee en alguna red social pero lo cierto es que no.

 

 

 

 

 

 

 

El finde estuve en Rosario, el libro de Sananes ganador del Premio Fundación Larivière, nos abre una puerta.

 

Con una foto en la portada de un tanque escupiendo fuego blureada, y unos puntitos que simulan ser la contraseña de un celular, nos adentra al terreno de lo epistolar: conversaciones entre la autora y un amigo de la infancia, que se fue a vivir a Israel y está en la Tzavá, el servicio militar obligatorio en medio de un operativo bélico.

El libro aparenta ser un celular, entra en la palma de nuestra mano, tiene bordes redondos como tienen los Iphones, es mate — que a primera vista uno pensaría que es todo lo contrario a un dispositivo electrónico, porque estos últimos reflejan brillo, pero si lo pienso bien, el brillo en papel me remite a las revistas y el mate, a otra cosa. El mate succiona, comprime, el brillo expulsa. Y el celular, succiona.

 

 

 

 

 

Conformado por fotos, capturas de pantalla y textos de whatsapp, el libro documenta dos estadios simultáneos explorados con la misma fuerza e importancia. Lo que me parece increíble de esta dualidad, que se ve desde la portada (el título habla de Rosario, la foto de la guerra) y que se mantiene en todo el libro tiene que ver con la intención de mostrar una guerra por el costado, o mejor dicho, una guerra que existe en simultáneo a todas otras cosas que también están pasando.

 

 

 

 

La narrativa pareciera adaptarse al formato, que se desarrolla mediante conversaciones, a veces triviales y a veces más intensas entre estos dos amigos para saber el uno del otro. Victoria va a una clase de swing, Ariel sale de fiesta, Victoria viaja a Rosario, Ariel con un arma de balas de goma.

 

 

 

 

 

Preguntas que se responden con Selfies, imágenes que se responden con otras imágenes. La hora, los emojis, los errores de ortografía, constituyen las piezas indispensables para la conformación de la obra.

 

 

 

Cuando pedimos el café Victoria apoya el libro con su maqueta y la diferencia entre ambos es clara.

 

 

 

 

 

El fotolibro parece convertirse en celular hacia el final, se tecnifica con detalles estéticos y conceptuales. Le hace algo al lenguaje, lo cambia. Redondea sus puntas, pasa de fotos doble página a fotos de una sola.

 

Se permite perder los detalles de fotos grandes que se exponen a lo largo, pero lo suplanta con zooms digitales. No es necesario acercarse al objeto, la autora hace zoom en donde quiere que prestemos atención (como por ejemplo en la pupila de Ariel, en una selfie que le manda en donde tiene el ojo levemente desviado por el estrés de la situación).

 

El tamaño, las fotos, los guiños, los pixeles y el blureo hacen del libro un híbrido.

El libro es celular y es libro. Es foto y es captura de pantalla. La autora es fotógrafa y guionista. Escribe y chatea. Recolecta, selecciona, y construye un relato mediante otro.

Los formatos nuevos proponen formas nuevas de documentar y libros como los de Toia agrandan el universo de lo fotografiable. Sin entrar en el debate de “¿hasta dónde llega la fotografía?” (la respuesta parecería ser: ¡¡muy lejos!!), El finde estuve en Rosario es un libro empapado de presente, sin quedarse atrapado allí. Implanta preguntas sobre la imagen, sin perder en el pasaje de lo virtual al objeto, lo frágil de esas conversaciones que parecieran ser, por naturaleza, descartables.

reseña: COPIA – ❤ @copia___________ – ✎ somoslacopia@gmail.com

Este libro es forma parte de nuestro catalogo, se puede visitar en nuestro  catálogo virtual  o buscador por palabras  y participar del club de suscriptores para compartir libros & investigaciones.

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El caballo de dos cabezas. Representación en diez actos.

Reseña del libro «El caballo de dos cabezas. Representación en diez actos» de Mariela Sancari para el club de lectores de la biblioteca de TURMA por Rosana Simonassi

Cierro el libro en la primera hojeada y creo entender por qué me piden que lo reseñe.

El tema que a mi me interesa en relación a la producción de mi obra, a la reflexión sobre el arte y mis investigaciones teóricas, dónde pongo el ojo, qué prefiero leer, etc., incluso las propuestas de mis grupos de estudio, giran en torno al problema de la representación y, particularmente, el problema de la representación en el arte, o, dicho de otro modo, cuáles son los bordes por los que saltar una vez que el sentido ya esta certificado.

El libro El caballo de dos cabezas. Representación en diez actos de Mariela Sancari tiene de fondo esta misma pregunta.

Este libro se construye dando cuenta que nace a partir de algo que ya no está (el proyecto anterior del que parte, la pieza teatral que emula pero no describe, el guión de una vivencia pasada, las duplicaciones de los personajes en dobles de sí mismos, los futuros creados en la huella del presente y otras).

Qué es lo que no está mas?  Ya no importa.

Son excusas para la vitalidad y la fisios de lo real.

Escalones de la actualización donde no hay original.

Estamos frente a la recreación de una representación de otra cosa. Círculo de afirmación del simulacro. Intensidad de la apariencia. Pero, ¿qué otra cosa hay?.

Estructurado como guión técnico, indica, se involucra, marca y determina las pautas de la representación, cuestionando de paso lo que la imagen en todas sus formas y destinos tiene como misión, la duplicación del mundo.

La vivencia, actualizada y solamente viva en el presente, motorizada en el libro por medio de imágenes que escenifican la frialdad y la acción (que alejan el latente dolor de amores, fetiches y distancias familiares), extienden una historia sugerida, que desaparece pronto como literalidad, para que tome protagonismo la pregunta por la aceleración, la actividad es la escenificación. 

La sola verdad con minúscula.

Una voz narrativa que rota entre la directora, la hermana melliza 1, la autora, la actriz 2, el actor 1 ó 2, la actriz 1, la hermana melliza 2, no nos deja identificarnos, montarnos sobre el relato de alguien, ni siquiera sobre una de las variables del formato recreado. La estética de todo el libro nos lleva al ascetismo.

Hablan las hermanas. Hablan las actrices. Dialogan entre ellas. Dialogan entre ellos. La directora de la obra de teatro da indicaciones. Los actores no la entienden. Ella pide que sigan. No hay nada que entender, dice. Las hermanas son jóvenes, son viejas, son varones, es ahora, es antes, es mañana. Ellos son amigxs, son amantes.

Hacia el final hay información que tiende a ordenar, pero por suerte no diluye el maremoto anterior: Mariela parece ser melliza.

Este libro es el supuesto guión para la recreación en teatro de una serie de fotos del pasado. Por otras publicaciones sabemos que su padre puede haber muerto.

También hay cuatro páginas de teoría: Sobre la certeza, sobre la escena y la representación en relación a la imagen, sobre la cicatriz y la herida. Una capa más de actualidad.

El libro es una linea abierta que se propone como Presentación, jugando a Recrear, Escenificar o Representar. Ya no está presente aquello, nunca estuvo. Aquello se crea en la actualidad de la acción ya sin referente. 

reseña: Rosana Simonassi – ❤ @rosana.simonassi – ✎ rosanasimonassi@gmail.com

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Wanting to meet Robert Frank

Reseña de la publicación wanting to meet Robert Frank de Damasia Garcia del Solar

para el club de lectores por Johanna Rambla

Wanting to meet Robert Frank es un conjunto de tres libros en formato de bitácora que combinan fotografía, texto y collage. Tanto su disparador como su propósito final son el deseo de conocer al fotógrafo emblemático

 

Su creadora, Damasia García del Solar, usando un tono epistolar, le cuenta a él todo lo que hace para poder conocerlo, y todo lo que va encontrando en el camino.

Damasia emprendió, en principio, un viaje a Nueva York (que finalmente serían tres) con un objetivo claro: intentar conocer a su fotógrafo preferido, Robert Frank.

 

De él se enamoró cuando era estudiante de fotografía varios años atrás. Entre miles de fotógrafos e imágenes, ella tuvo un flechazo con los collages que Robert hizo durante el duelo por la muerte de su hija. “Hubo algo sensorial que me conmovió, aún antes de saber de qué se trataban”.

Es que el autor de la famosa serie “The Americans” logró, con su trabajo más íntimo, tocar una fibra que ella relacionó también con una pérdida personal.

Durante sus tres viajes Damasia mantuvo este objetivo intacto y se movió para conseguirlo, sin embargo también se tomó tiempo para recorrer la ciudad, relacionarse con distintas personas, verse con amigos y hasta hacerse una escapada a Canadá. Todo esto, siempre, con un libro de Robert Frank bajo el brazo para que él se lo firmase.

 

En los primeros dos viajes no logró conocerlo, pero se fue acercando. Deambuló por el barrio hasta dar con la fachada de la casa, que reconoció por haberla buscado en google Earth. Conoció al vecino, que tenía un gimnasio. Lo retrató a él y a su perro, y se mantuvieron en contacto a través de mails. Logró sí, en esta instancia, conocer a la esposa de Robert, quien le abrió la puerta y se limitó a recibir un libro de regalo que Damasia le había comprado para su cumpleaños, y el primer tomo de su bitácora.

 

Mientras tanto recorrió la ciudad y alrededores, y de eso se tratan también las páginas de su libro. Lugares, personas y anotaciones siempre narradas para Robert en un inglés torpemente traducido que le suma una ternura especial. 

En el tercer y último viaje, ya con sus primeras dos bitácoras en mano, consiguió entrar a la casa y no solo conocer a su ídolo, sino también pasar un rato juntos y conversar. Robert fue muy amable, le regaló un libro y le firmó una tierna dedicatoria: “For a beautiful lady from Buenos aires, Argentina, Damasia”. También le dijo que le encantaban las postales y le pidió que le mande algunas.

“Mi trabajo está hecho del mismo modo en que pienso: desprolijo”, cuenta Damasia. 

 

Con un formato de collage, páginas desplegables, cinta adhesiva a la vista, hojas con bordes amarillentos, y textos tipeados en máquina de escribir, sus bitácoras logran darnos esa sensación de diario, de ir escribiendo a medida que las cosas pasan, y de acumular experiencias que quizás no tengan directamente que ver una con la otra, pero en su totalidad resultan una historia completa, hecha de recortes. Como la vida misma.

Hay, en esta historia, mucho del amor adolescente hacia un ídolo. Donde el objetivo final es conocerlo, contarle cuánto lo admiramos, hacerle un regalo, sacarnos una foto con él, y por último, sentir que de alguna manera fuimos parte de su vida, aunque sea en una fracción pequeña. Y lo más hermoso acá es ver, a través de sus cuadernos, cómo ella lo consigue.

 

reseña: Johanna Rambla – ❤ @shoshana.retrata – ✎ joirambla@gmail.com

Este es un libro de artista único, no hay ejemplares editados. Por consultas escribirle a su autora: damasiagdelsolar@gmail.com

 

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El libro del Archivo de la Memoria Trans Argentina

Reseña de la publicación Archivo de la Memoria Trans Argentina publicado a través de Chaco en diciembre 2020,

leído a la par de Las mil y una noches editado bajo la supervisión de René Khawam

para el club de lectores por Guadalupe Arriegue

Hay nombres que son códigos secretos para sobrevivir. Como todos los que figuran en el retiro de tapa y contratapa del libro. Todos los nombres, los propios y los comunes, los que van con mayúscula y con minúscula, son palabras mágicas. Como en inglés, que spell es «deletrear» y «hechizo». Cada uno de esos nombres que figuran en el interior del libro son un gualicho y una invocación de protección. Igual que la superficie rosada con el nombre del Archivo en letras brillantes y doradas y la contratapa con una rosa, otro halo de protección que sucede en el encuentro como prodigio y conjuro. El Archivo, esa corriente de vida, de pasillo y mensajeo, entre amigas, compañeras, colegas y activistas es de la que habla el libro, como la vida del Archivo y su legado.

 

El Archivo de la Memoria Trans surge del encuentro, de la búsqueda de personas, de sobrevivir. No existe la salida individual. Prima encontrarse y unirse. Tener hechizos, palabras, juegos, pactos y ligaduras: el lenguaje está para detener la muerte y salvarse la vida. Tal como hace Sherezade en Las mil y una noches. Con la lengua lleva a cabo la abstracción, el arte de la mutación de la oralidad (la otra cara de la escritura), y así poder ver-imaginar-hechizar a través de las ramas en las que evoluciona el lenguaje, que siempre es translenguaje. Y adentro de las jergas trans hay varias ramificaciones: están el carrilche en Argentina, el loxoro en Perú y el abogó en Brasil (fuente: María Belén Correa, fundadora del AMT). Son las lenguas de la supervivencia, códigos secretos para sobrevivir. Las lenguas fluyen cuando están vivas, cambian, mutan. El lenguaje se transforma. Como el orillero, el de poetas inventado, el lenguaje tanguero, el vesre, el lunfardo que hablan sus protagonistas y continúa reformulado. La lengua se hace vida y obra en el folklore de cada día, como las múltiples palabras en lenguas indígenas que perviven y se cuelan en los nombres comunes y propios, enormes como el Paraná guaraní. Las lenguas vivas subyacen el entretexto, habitan los sustratos, los espacios, tal como lo hace el Archivo en las instituciones, museos y escuelas donde expone.

 

Luego de años de trabajo llegó el libro, gracias también a la editorial Chaco y su editora, Verónica Fieiras. Está hecho de fotos, amores y leyendas. Teje un hilo inmenso e inabarcable, como las voces de Las mil y una noches, atraviesa mares insondables, jardines, calles de este y el otro mundo, donde la magia sucede: los genios de la lámpara y la transformación de todas las noches, en el espectáculo viviente de la supervivencia, renace a cada hora.

Si terminó un mundo y estamos haciendo otro para habitar, ¿qué caminos o surcos queremos que contenga? ¿Qué publicar? ¿Qué dejar grabado? ¿Cuáles son las historias que hay que contar? ¿Cuáles son las historias de la supervivencia?

¿Qué historias hay que contar para sobrevivir? se pregunta Sherezade en el cuento-madre que contiene los demás de Las mil y una noches, cuando las historias, los relatos, están hechos para vivir y dejar vivir a sus compañeras. Sherezade se salva a sí misma y a su colegas gracias al arte de narrar cuentos, de ser tejedora de historias, para ir a dormir, ir al mundo de los sueños con vida. Poder volver a despertar. “La muñidora de noches” es el primero de los libros de Las mil y una noches. Luego dentro de él se contienen historias desplegadas y laberínticas. Historias de amor, de locura y de muerte. Historias de banquetes y de hambrunas. Las mil y una noches se compone de viajes y personajes múltiples. El libro del Archivo de la Memoria Trans Argentina tiene mucho de ese cuarto o alcoba de mundos imaginarios compuestos por una dramaturga de mil invenciones. También es un espacio tan mágico donde estar a salvo. Un hechizo que cuida y vela el sueño de sus compañeras, para que el rey pare con su matanza y sacrificio de mujeres que se desvían de la norma.

 

Como en Las mil y una noches, los cuentos están dentro de otros, el libro de leyendas no se detiene en una u otra edición sino que su origen clavado en la oralidad lo despliega por letras mutantes, cambiantes y bailarinas, transformistas, en otros relatos y otras formas y posibilidades. Existe un hilo que va recopilando todas las historias. Ambos libros están en la oralidad y sobre todo en el cuerpo. Historias de vida que, además de migrar a las páginas, migran a las tapas. El nombre de todas está adentro de la piel del libro, no es la contra sino el retiro de tapa y contrapa, donde están los seudónimos y nombres sobrevivientes.

Entre la oralidad y la escritura y la multiplicación de géneros y de historias encabalgadas, el libro del Archivo de la Memoria Trans Argentina llena de brillos todo lo que está alrededor. Se lee en código y para todo el mundo.

 

Está lleno de voces que son letras de nadie y de todes, como el repertorio oral, hecho de canciones y tachaduras. Tan cargado de historia y memoria, como de magia y contemporaneidad. El libro funciona tal como lo hace Archivo, como un espacio de sociabilización y combate, a través de la magia y el cuerpo, los brillitos de la tapa y la rosa de amor de la contratapa. Confluyen la guerra y la poesía por otra forma de vida, el revés que se hace para armar un pliegue en la realidad, salir de una  forma de vivir unívoca cisheteronormativa  y ser la diferencia a través de la identidad y la expresión de una voz propia. El Archivo de la Memoria Trans es un territorio de homenaje y ritual. De resiliencia. Risa y carnaval popular. La comunidad trans tiene mucho que enseñarnos. La deuda es con ellas.

DÓNDE ESTÁ TEHUEL

 

LEY INTEGRAL TRANS

 

reseña: Guadalupe Arriegue – ❤ @guadalupearriegue – ✎ guadalupearriegue@gmail.com

Libros  que se dan la mano

Los libros como lugar de encuentro y reunión. Proyección de cuerpos y afectos. Libros que se dan la mano es una sección de reseñas que hacen una lectura a dúo con dos ojos puestos en dos libros, para un intercambio libresco-afectivo entre títulos que se leen y bailan a la par.

UNA PROPUESTA DEL CLUB DE LECTORES – participá del club

Gustavo para colorear

Reseña de la publicación Gustavo para colorear de Johanna Rambla

para el club de lectores por Camila Salvaré

Gustavo para colorear es un trabajo fotográfico que parte de un álbum de fotos familiar. Del deseo de atravesar la memoria, los vínculos y el afecto fantástico.

 

Se trata de un fanzine realizado por Johanna Rambla, y está centrado en un personaje enigmático: Gustavo, el hermano de su abuelo Carlos, al que nunca llegó a conocer.

 

La historia comienza con una foto colgada en el living de una casa en la calle Federico Lacroze en la Ciudad de Buenos Aires a fines de los ochentas y una nena que se fascina por el particular retrato de un hombre apoyado contra una pared de madera con el torso desnudo y una toalla en el cuello.

¿Quién es este hombre de mirada seductora  y sonrisa sugerente?

Gustavo, el de la foto, fue el tío abuelo de Johanna, murió en el año 1983 a los 48 años de edad por una enfermedad desconocida y temerosa en ese entonces, que llamaban peste rosa o AIDS, sin tratamiento ni cura.

 

Si bien nunca se conocieron personalmente, porque ella nació años después de su muerte, la autora comienza a investigar dentro de su familia para conocer más acerca de este objeto de deseo.

A través de los años, va acumulando las fotos que su abuela le regala del archivo familiar cada vez que iba a su casa. Y entre todas esas veces, un día le da un álbum completo con fotos de Gustavo.

No era un álbum de familia, eran fotos personales de Gustavo. retratos, fotos de viajes y de amigos, pero sobre todo retratos de él, siempre mirando a cámara magnético, inquietante.

Ella sabía que Gustavo había sido gay, que había viajado mucho y vivido en varios países y que trabajaba de intérprete para Naciones Unidas.

Quería hacer algo con este material que llegó a sus manos,  pero no sabía cómo abordarlo. Decidió acercarse intuitivamente al álbum y seleccionar una primer imagen, la única en la que no está Gustavo:

Los de adelante son mi abuelo y mi abuela, mi abuela embarazada de mi mamá, a punto de parir y atrás están mi abuela Clarita, o sea la mama de Gustavo, el hermano de mi abuela que es el que es desaparecido y era fotógrafo.  En esta foto estaban ahí sentados esperando el llamado de Gustavo, se sacaron una foto, se la mandaron por correo y Gustavo la intervino con acrílico. En la foto original se ven las huellas digitales de Gustavo, la pintó y la agarró fresca y quedaron las huellas de Gustavo en la pintura.”

 

Esta imagen fue un disparador de algo, un punto de inicio en el intento por comunicarse de alguna manera con él, hacerle preguntas, contarle cosas, e intervenir con pintura los retratos como hacía Gustavo, operación que finalmente le da estructura al libro.

El fotolibro aborda a este personaje entrañable de la familia a través de la fotografía que es el medio que la autora conoce y maneja, pero no hay una intención biográfica hacia Gustavo en la publicación.

 

Es una especie de bitácora, donde la artista habla y se comunica con él de manera creativa, apropiándose de esas imágenes, proceso que generó en ella un universo nuevo, lleno de disfrute y exploración donde el pasado tiene otras posibilidades en el presente y en el futuro.

 

“Creé mis propias fotos de Gustavo porque yo no le pude sacar fotos nunca– nos cuenta Johanna.

Johanna interviene la imagen e interviene la historia familiar y la memoria, rompiendo la cronología del tiempo en clave epistolar.

La operación técnica para la realización de la pieza, fue escanear las fotos del archivo de su abuela, imprimir, intervenir las copias, volver a escanear e imprimir el fanzine en risografia.

“Lo de colorear tiene que ver con que a mi me gusta crear cosas interactivas, quería hacer algo que fuera solo mío, algo interactivo con los demás. Yo coloreé mis fotos de Gustavo y ahora quisiera que los demás interactúen con él, que se extienda…” 

 

reseña: Camila Salvaré – ❤ @carmelasalvare – ✎ camilasalvare@gmail.com

Este fotolibro se puede visitar en la biblioteca de TURMA: hay que agendarse en biblioteca@somosturma.com

 

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