Imágenes y territorios

foto, publicación, verdad y poder

A un año de la reforma previsional, que implica un atraso en términos de conquistas laborales y sociales en Argentina, compartimos el caso de una fotografía tomada por Germán Romeo Pena, que fue atacada (así como su creador) en su carácter documental y de verdad, y luego fue reterritorializada por Cora Gamarnik. El caso habilita reflexiones alrededor del poder de la fotografía según los distintos espacios discursivos que ocupa, donde se evidencian estructuras de poder simbólicas y materiales. También la alianza estratégica entre fotógrafxs e investigadorxs en épocas de la posverdad y fakenews.

La toma

Germán Romeo Pena, fotógrafo y reportero, fue a la marcha contra la reforma y registró la represión policial ejercida contra la sociedad civil, y armó un álbum que publicó en su cuenta de facebook donde se encontraba la siguiente foto:

Tergiversar el sentido de la imagen: dar vuelta el signo. Fake news y ataques trolls

Germán empezó a recibir comentarios cargados de violencia y mensajes que deslegitimaban la veracidad de la foto, y la imagen circuló por redes figurando como falsa, en grupos de whatsapp y otros medios de comunicación digital. Incluso cuentas falsas en twitter publicaron twitts como el siguiente, donde la nota trucha fue sacada y tergiversada de esta nota de la ANred:

Y hasta en un twitt del presidente Mauricio Macri fue compartida:

Estos mensajes de violencia expresan un discurso coercitivo, donde se esconden operadores de perfiles falsos, los conocidos ataques trolls, una suerte de “punteros digitales” que tiene la Jefatura de Gabinete dirigida por Marcos Peña y que cobran sueldos estatales. Operación que, cómo quedó expuesto en el caso de Cambridge Analytics, busca manipular la opinión pública a través de la combinación de noticias falsas y ya le valió al gobierno una condena de Amnistía Internacional por el ataque a referentes y activistas de DDHH.

 

La posverdad, la utilización de redes, grupos sociales para la generación de odio y violencia, la imposición del miedo para el control de gobierno es la forma en la que gobierna la clase conservadora y opresora. La foto de Germán empieza a ser apropiada por un discurso violento que desligitima y busca modificar los hechos por un discurso manipulador de la información.

 

La investigación

Para defenderse, Germán acude a la dra. en Comunicación Cora Gamarnik, que además es investigadora y docente,  y que había compartido en su cuenta la foto. Ella entiende que, una de las formas de localizar y otorgarle su carácter de documento o huella de los acontecimientos sucedidos en diciembre 2017, es exhibir toda la secuencia de fotos. Donde se ve la acción y el acontecer de los hechos.

Además, Cora se pone en campaña para buscar más fotógrafxs que estaban cubriendo la misma escena para ver el mismo acontecimiento desde distintos ángulos. A partir de ese pedido, que también fue por redes, el fotógrafo Dionisio Dennis envió otras fotos valiosas para desenmascarar la manipulación de los trolls.

La investigadora, con la secuencia completa, muestra toda la serie, no una porción de segundo sino varias; que muestran en el devenir, el accionar de la policía que amedrenta a un señor mayor, mientras este se cubre con el abrigo.

 

Cora entiende que la evidencia, la prueba tiene que ser completa; porque la foto no funciona sola o lábil. En los espacios discursivos en que se inscriba, en este caso el ciberespacio es desterritorializada y reapropiada, descreída y desconfiada. Mientras que la saga completa –el crudo y no la edición del fotógrafo de “la” foto– es lo que cuenta acá.

«Al haberme mandado Germán la foto en alta pudimos ampliar, recortar y ver la risa del policía que disparaba. Lo que nos posibilitó probar la acción del goce en la represión que tenían los que disparaban. Y que quede claro que le disparaban al señor para divertirse por el miedo que le provocaban. La foto se transformó en una metáfora perfecta de lo que producía el gobierno con el intento de reforma previsional». Cora Gamarnik

 

Red: la réplica

Distintos medios emergentes, sociales e independientes se hicieron eco de la foto de Germán y la publicación de Cora (ver miradas del centro, la colmena, hemisferio izquierdo). La unión del trabajo de ambxs reapropian el sentido de la imagen, cuyo signo de poder vuelve al origen, que es el de la lucha contra la violencia y el abuso de poder policial e institucional en argentina contemporánea.

La foto de Germán es una metáfora visual que muestra cómo dentro del recinto, senadorxs  aprobaban una ley de reforma laboral que atrasa en derechos para trabajadorxs mientras que afuera del Senado, las fuerzas de (in)seguridad ejercían la violencia reprimiendo con ensañamiento, con un accionar violento que alcanza hasta el goce y el disfrute, como se ve en la foto que resalta Cora. Eso se llama tortura y es una forma de opresión que anula la alteridad.

 

El accionar de la policía está habilitado por orden de la ministra de seguridad Patricia Bullrich, en el marco de un gobierno que no cesa de habilitar este tipo de accionar impune de las fuerzas represivas, recientemente con la resolución que hace ley el gatillo fácil.

Este caso muestra lo que puede hacerse (en investigación en general y en las redes en particular) cuando hay solidaridad, cooperación e interacción entre fotófrafxs e investigadores. Cada uno por sí solo no podría haber revertido este intento de manipulación.
«Creo también que esta cooperación es una de las formas que tenemos de combatir las fake news en épocas en que la post-verdad te puede hacer ganar o perder una elección».

Escrito por Guadalupe Arriegue

web / ig

El romancero We belong together: una lectura de género

UN FOTOLIBRO, UN OBJETO.
Reseña del libro We belong together de Sta. Rosa editora.
Objeto elegido: una guitarra

El formato del libro es un cancionero, un tipo de publicación histórica en la cultura popular, que siempre nos cuenta mucho sobre las ideas y el gusto de una época y de un lugar…

 

 

La poesía de Sta. Rosa editora siempre es sutil, delicada e incisiva.

El poder expresivo que tiene la unión de la imagen y la palabra es misterioso. Siempre le escapa a la lectura fija y lineal. Provoca otra lectura, otro modo de entrar a la narrativa. No se lee de izquierda a derecha de ni arriba abajo. Entonces, ¿tiene sentido preguntarnos o tratar de definir qué expresa un libro de imágenes?

Sí, si tenemos la apertura a lo móvil e inasible.

 

Y también porque supone una recapacitación, una operación de relectura de los objetos culturales que tienen un devenir histórico en su construcción. Lo que hoy llamamos “fotolibro” (una traducción directa del término en su vocablo inglés), tiene su antepasado en revistas populares, comics, folletines, novelas por entregas, cancioneros, romanceros… en fin, todos los formatos editoriales históricos de la cultura popular. Y su relación con la oralidad y la historia de un pueblo y una época…

Ahora, metiéndonos dentro de la segunda capa de ficción –las páginas del libro –, qué nos cuenta We belong…?

 

Antes de sumergirnos, propongo a quien lee ponerle play a la lista que Sta. Rosa armó para viajar por estas imágenes (spotify)   y especialmente a la canción a la que el título remite (youtube).

Puesto que este es un libro visual y musical.

Fotografías de muñecas de porcelana, pintadas a mano y versos de canciones.

Las imágenes están apropiadas de mercados en portales digitales. Las canciones están tomadas de la cultura estadounidense de los años 50. Clásicos de una (otra) época. Esta yuxtaposición en la obra de Sta. Rosa provoca un extrañamiento de posiciones encontradas, entre el placer visual y el estremecimiento. La representación de la muñeca en la foto que “mira a cámara” tiene algo de macabro. Las poses sexualizadas nos hablan de la historia de la mirada sobre el cuerpo femenino que estamos hoy abogando por cambiar. Y las imágenes que elige Federico Paladino y pinta a mano Pilar Villasegura, son las de, precisamente, muñecas. Y de procelana lladro, esa materialidad tan frágil, y tan exclusiva. Los objetos también nos hablan de lo que se ponderaba o atesoraba en otra época, en este caso se trata precisamente de la construcción de un cuerpo femenino que por suerte hoy, estamos deconstruyendo.

You’re mine and we belong together
Yes, we belong together, for eternity

You’re mine, your lips belong to me
Yes, they belong to only me, for eternity

You’re mine, my baby and you’ll always be
I swear by everything I own
You’ll always, always be mine
You’re mine, and we belong together
Yes, we belong together, for eternity

Dice la letra que canta Ritchie Valens y que le otorga el título al romancero de Sta. Rosa. Resultaría algo así como “Sos mía y nos pertenecemos juntos”. Uno se pregunta dentro del libro, quién es el que formula o interpreta esa voz. ¿Es quien saca la foto de la muñeca? No hay certeza, es una voz invisible y por omisión.

 

 

Hoy esa omisión está siendo cuestionada y los ecos resuenan por todos lados.

We belong together es un romancero más de desamor, que de amor; de posesión (mujer-objeto) y de la fragilidad en la representación del cuerpo femenino. Un verso de un romance viejo, que se está señalando y cuestionando en esta época, de la que Sta. Rosa participa activa.

Texto & fotos = Guadalupe Arriegue

We belong se together se puede visitar en la biblioteca de TURMA: hay que agendarse en biblioteca@somosturma.com.

También se encuentra a la venta en la tienda online. Consultas en tienda@somosturma.com

UN FOTOLIBRO, UN OBJETO

En el cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Jorge Luis Borges inventa un concepto que titula Hronir. Un hnorir viene a ser un objeto que se encuentra en el ficticio mundo de Tlön y que es cualquier objeto que surge a partir del deseo. Allí cuando un objeto es buscado intensamente, siempre se lo halla, porque la voluntad modifica la realidad, o la inventa. El mero deseo produce el objeto. Todo lo que es imaginado, es posible de aparecer. 
Inspirados en este concepto, la sección Un fotolibro, un objeto propone una reseña de un fotolibro en donde se proponga la lectura del mismo acompañado de un objeto. El objeto potenciará la lectura del fotolibro y abrirá otros caminos que este alberga.

Fotografía & feminismo 2

Mujeres que se miran: autorretratos y declaraciones

 

La aparición de la fotografía a mediados del siglo diecinueve amplía y modifica el campo del arte. Gracias a su relación directa con el sujeto representado, se instala en la conciencia colectiva como prueba de algo, evidencia gráfica y confiable. Desde este punto de vista, el autorretrato fotográfico tomado por mujeres, es un refuerzo testimonial de la propia presencia.

 

Las autoras buscan asentar la existencia femenina en material visual, ante su fragilidad social.

 

La iconografía femenina se plantea muchas veces desde la proyección de una mirada masculina, y es necesario deconstruir estos estereotipos para poder desafiarlos. Las autoras se descubren como sujetos y como modelos, abriéndose posibilidades representativas nuevas y revolucionarias.

Segunda entrega de la serie MUJERES QUE SE MIRAN – AUTORRETRATOS & DECLARACIONES, que comprende un recorrido visual y textual por imágenes autorreflexivas, realizadas por mujeres.

 

 

Grete Stern y Annemarie Heinrich: el autorretrato como parte de la praxis profesional

Tomaremos dos autorretratos, uno de Grete Stern, de 1943, y otro de Annemarie Heinrich de 1947. Podemos ver en ellos asomar las condiciones nuevas en el mundo de la fotografía, y el rol de la mujer en éste: ambas autoras se representan como fotógrafas y exponen en sus imágenes este rol operador. En el caso de Stern, este autorretrato da claras muestras de la capacidad compositiva, y de los estudios realizados en la Bauhaus, bajo la tutela de Walter Peterhans. El cuidado detalle que pone en la construcción de la toma es notorio, así como su pericia técnica. Stern muestra su rostro reflejado en un espejo redondo, rodeado de elementos naturales y artificiales que proyectan sombras y reflejos. Entre estos elementos hay una lente que materializa la labor fotográfica, ubicada frente al espejo en el que su mirada se refleja y redirecciona.

De la misma calidad artística es el de Heinrich, quien comparte el recurso del reflejo para obtener la propia imagen, pero agrega la posibilidad de ver el equipo fotográfico con el que realiza la fotografía en la propia toma, afirmando así su autoría y su rol profesional de manera visible. Junto a la autora y la cámara, en este caso, podemos ver reflejados en una esfera al estudio en el que se realiza, y a sus hijas. La mirada de  Heinrich se dirige fuera del cuadro, hacia algún elemento invisible al espectador.

Ambas mujeres se encuentran en el grupo de pioneros de la fotografía en Argentina, que encabeza una renovación y una nueva exploración de las posibilidades de la técnica, dada a partir de los años ‘30.

Pese a sus diferencias socioeconómicas, Stern y Heinrich se desenvuelven profesionalmente a través de su labor fotográfica, y obtienen de ella su independencia económica, tras emigrar a Argentina huyendo de la guerra en Europa. Stern contaba con una fuerte instrucción estética que facilitó su conexión e ingreso al mundo del arte, mientras que Heinrich ingresa al mundo fotográfico con el propósito expreso de ganarse la vida. Ambas autoras tienen éxito y sus obras condensan rasgos de la vida argentina con particular interés en la imagen femenina. En la obra de Heinrich se destaca su trabajo de retratos: recurrían a ella numerosas artistas del espectáculo; y en el caso de Stern la serie de fotomontajes Los sueños para la revista Idilio, que tratan con numerosas problemáticas de la mujer de clase media. Las obras de ambas autoras alcanzan el estatus de ‘obra de arte’ actualmente, siendo incorporadas en colecciones museísticas, pero ha de ser recordado que al momento de su producción, eran frecuentemente consideradas material gráfico, incluso tratadas sin demasiado cuidado, tal como es el caso de los montajes de Stern para Idilio, los cuales fueron perdidos por la editorial, y no se han recuperado nunca. Sin embargo, es destacable que en entrevistas realizadas a sus familiares y entornos sociales, se suele mencionar que ambas autoras se encontraban levemente desfasadas respecto a los estándares sociales de la época: usaban pantalones, fumaban, y mantenían relaciones sociales y afectivas que a las mujeres criadas en el país, les hubiese resultado difícil articular con las demandas de la tradición.

Texto= Mora Vitali