Fotografía & Feminismo

Mujeres que se miran: autorretratos y declaraciones

 

La aparición de la fotografía a mediados del siglo diecinueve amplía y modifica el campo del arte. Gracias a su relación directa con el sujeto representado, se instala en la conciencia colectiva como prueba de algo, evidencia gráfica y confiable. Desde este punto de vista, el autorretrato fotográfico tomado por mujeres, es un refuerzo testimonial de la propia presencia.

 

Las autoras buscan asentar la existencia femenina en material visual, ante su fragilidad social.

 

La iconografía femenina se plantea muchas veces desde la proyección de una mirada masculina, y es necesario deconstruir estos estereotipos para poder desafiarlos. Las autoras se descubren como sujetos y como modelos, abriéndose posibilidades representativas nuevas y revolucionarias.

Primera entrega de la serie MUJERES QUE SE MIRAN – AUTORRETRATOS & DECLARACIONES, que comprende un recorrido visual y textual por imágenes autorreflexivas, realizadas por mujeres.

 

 

Alice Austen y la performance de masculinidad

El autorretrato de Alice Austen Dressed up as men data de 1891. En él, junto a sus amigas Julia Martin y Julia Bredt, se exponen ante la cámara con vestuario masculino y actitudes acordes a éste, y marcan un desafío a las costumbres de la época al tomar para ellas mismas todos los roles activos de la imagen: no solo asumen visualmente un aspecto masculino a modo de juego, sino que toman también en sus manos el papel de ser quienes realizan la captación de la imagen. El rol barthesiano del Operator, sujeto mirante, realizador de la selección del recorte del mundo que será contenido en la fotografía, se funde con el de la modelo, usualmente vista como pasiva, como alguien que realiza a la imagen poco más aporte que un objeto inanimado. Austen encarna en sí la masculinidad a través de la puesta en escena performática de sus aspectos exteriores, tanto desde la vestimenta como desde la actitud de sostener un cigarrillo, ya que el fotografiar mujeres fumando era ilegal en ese momento. La fotógrafa se despoja de esta complicación legal fotografiándose como un hombre que fuma.

Para este momento, el desarrollo de la técnica fotográfica permite un grado de comodidad a quienes la usan. Sin embargo, acceder a una cámara y tener los medios y la instrucción para su manejo, y el posterior revelado de las imágenes, era algo aún exclusivo y que requería un cierto poder adquisitivo. Tal vez este mismo poder adquisitivo, que Austen posee como heredera de una moderada fortuna, es el que posibilitó estos juegos estéticos y simbólicos que entretiene la fotógrafa en sus tomas. Austen era reconocida en su ambiente por su independencia, siendo no solo una de las primeras fotógrafas reconocidas de los EEUU, sino también la primera mujer en la zona en poseer su propio auto. Ella se fotografía también en varias ocasiones acompañada por su pareja Gertrude Tate, con quien compartió gran parte de su vida. Es en esta misma época, entre mediados y fines del siglo diecinueve, que el movimiento feminista comienza a sentar sus bases, con reclamos que buscan situar a la mujer como sujeto de derecho en los estados desarrollados, y establecerla en un lugar social de mayor paridad ante los sujetos masculinos.  

El momento en el que Austen toma esta imagen coincide con aquel en el que Susan Sontag dice que “se esperaba que las fotos fueran imágenes idealizadas […] una fotografía bella es la de algo bello, como una mujer o un crepúsculo”. En el caso de esta fotografía, la belleza buscada se aleja de las expectativas sociales y se centra en los ideales propios de su autora y su grupo social, y se inspira más en una idea lúdica y queer que en una estética concreta. La propia Austen, al reencontrarse con la imagen en 1951, declaró  “quizás éramos más guapos como hombres que como mujeres”, dando a entender que en esta obra estaba presente de hecho una idea personal de la belleza, alejada de la normatividad.

Texto= Mora Vitali

El ADN de la fotografía

Juan Peraza Guerrero realiza el taller Historias Marginales de la Fotografía y nos invita a desarticular la historia unívoca y patriarcal de la fotografía, a partir de la controversia de la «Foto 51» tomada por Rosalind Franklin.

Taryn Simon, “Bratislava Declaration, Bratislava, Slovakia, August 3, 1968” (2015)

Rosalind Franklin (1920-1958) no fue fotógrafa; sin embargo, su trabajo se redujo a una imagen que parece una fotografía, una mancha negra sobre blanco parecida a una lámina del Test de Rorschach. La llamada “Fotografía 51” permitió el descubrimiento de la estructura de doble hélice de la molécula de ADN por el que Watson y Crick ganaron el Premio Nobel de Medicina en 1962. Su autora murió joven, creyendo que sus colegas se habían apropiado injustamente de años de investigación.

Así como cada célula contiene información genética de todo el organismo, la anécdota de Franklin es ilustrativa de un panorama amplio sobre las desigualdades que las mujeres han enfrentado en múltiples campos —el científico es sólo uno de ellos. La fotografía ha demostrado ser hábil en el uso de esta economía de la deducción: a través de la imagen, las pequeñas historias (del inmigrante ilegal, del obrero esclavizado, del niño que es acosado en el colegio, de la familia desalojada de su casa o de su país) pueden dar cuenta de un relato mayor. De una experiencia individual se deduce una situación generalizada.

Desde hace más o menos un siglo, autores de distintas áreas de las humanidades han cuestionado la relación entre la estructura —de cualquier tipo— y las partes que la componen. Al respecto, Michael Jennings afirmó que “el significado de la historia no reside en la gran estructura (…). Debe encontrarse en ciertos eventos individuales, aparentemente insignificantes, de hecho marginales.” (1987 : 51). Reformulada ahora en términos más visuales, la idea de que el plano general de la historia puede hallarse en lo minúsculo, en el plano detalle de lo particular, es de vital importancia para el estudio del pasado de la fotografía.

Taryn Simon, “Agreement Establishing the International Islamic Trade Finance Corporation, Al-Bayan Palace, Kuwait City, Kuwait, May 30, 2006” (2015)

Con el proyecto “Paperwork and the Will of Capital” (2015), Taryn Simon exploró las potencialidades de lo aparentemente insignificante en otro campo en que las mujeres también merecen una mejor representación: la política. Ya con “American Index of the Hidden and Unfamiliar” (2007), la fotógrafa estadounidense había abordado algunos relatos mitológicos en materia de política y seguridad nacional a través del examen de objetos y lugares desconocidos o inaccesibles dentro de las fronteras de su país. En esta  oportunidad, se enfocó en la diplomacia internacional y en lo inquietante que le parece que un grupo de hombres pueda decidir el destino de millones con un apretón de manos.

 

La mirada al sesgo le permitió a Simon aproximarse a más de 70 años de acuerdos de paz, de colaboración económica y política migratoria, de creación de organismos internacionales, pero también de ruptura de relaciones y ocupación de territorios. Todo lo anterior se da mediante la recreación de arreglos florales, objetos insustanciales que el protocolo impone y que atestiguan estas reuniones privadas. Hechas con la colaboración de historiadores y expertos en botánica y ceremonias, las imágenes —expuestas en marcos que recuerdan el típico mobiliario de edificios administrativos— se presentan con información sobre el acuerdo en cuestión, los países signatarios y sus consecuencias en la actualidad.

Taryn Simon, “Cairo Communiqué on International Cooperation for the Protection and Repatriation of Cultural Heritage, Cairo, Egypt, April 8, 2010” (2015)

Algunas de las imágenes de la serie registran bouquets imposibles, arreglos de fantasía que agrupan distintas especies que no florecen naturalmente en una misma temporada y geografía, pero que el mercado global de bienes posibilita en la actualidad. Las fotografías y las instalaciones de flores secas que las acompañan refuerzan la impresión de que la diplomacia internacional no es más que una puesta en escena, un juego de apariencias vanas y perecederas.

Taryn Simon, instalación de Central North Island Forests Land Collective Settlement Act 2008 (Treelords),Beehive Banquet Hall, Wellington, New Zealand, June 25, 2008.” (2015)

Está claro que Taryn Simon no es una fotógrafa marginal —“Paperwork and the Will of Capital” se expuso nada menos que en la galería Gagosian, en Nueva York, y fue publicado en formato libro en 2016, siendo recibido con similar entusiasmo por la crítica y el mercado. Su abordaje investigativo, su sofisticado cuestionamiento de las narrativas dominantes a través de una mirada al sesgo, a los detalles en apariencia insignificantes que constituyen el ADN de la historia, son motivos suficientes para considerar este trabajo una lúcida referencia. El taller de “Historia(s) marginal(es) de la fotografía” explorará especialmente el trabajo de mujeres que, como Rosalind Franklin, expandieron inadvertidamente los límites de la disciplina.

Rosalind Franklin, “Fotografía 51” (1952)

Escrito por: Juan Peraza Guerrero – https://jpgenrgb.wordpress.com/

Referencias:
– Jennings, M. (1987). “Imágenes dialécticas: la crítica literaria de Walter Benjamin”. Nueva York: Cornell University Press.
– Simon, T. (2016). “Paperwork and the Will of Capital”. Nueva York: Gagosian y Hatje Cantz Verlag GmbH & Co KG.

JUAN PERAZA GUERRERO

es parte del equipo docente de Turma. Su taller, Historias Marginales de la Fotografía recomenzará el próximo verano.
Para más información escribinos a educación@somosturma.com