Insistir en el papel: 4 – Eric Schierloh

Para el club de lectores por

APUNTES PARA UNA CONSTRUCCIÓN COLECTIVA DE UN ANTIMANUAL PARA LA AUTOPUBLICACIÓN

 

Por TURMA* – club de lectores Turma

¿Por qué se separan los libros de texto y los de fotografía?

 

Está la etiqueta de arte gráfico o impreso y que engloba un montón de cosas. Vos podés poner una publicación artesanal, “literaria”, digamos, que tiene una cierta impronta gráfica (respecto
de la de una publicación del sistema industrial) y no desentona para nada al lado de un libro de fotografía. Los libros de fotografía tienen un lugar propio e importante dentro de la producción
gráfica, pero llega un momento en que todo empieza a presentarse en conjunto como una alternativa para vincularse con objetos que no están producidos industrialmente, independien-
temente del contenido. Se empiezan a borrar diferencias menores, como cuestiones de mero contenido o de circulación específicas.

¿Por qué insistimos en el papel?

 

Hay dos cosas ahí que me interesan. La pregnancia que conserva el objeto libro y que se potencia en la era digital, y la posibilidad de volver a la especialidad del objeto, volver a tocar, a oler, a armar y desarmar, y a percibir materialmente la dimensión del trabajo también, algo
que en una pantalla aparece naturalmente escondido, o incluso borrado. La industria editorial ya tiene bastante invisibilizadas cada una de las pequeñas zonas de especificidad técnica
necesarias para producir un libro; en cambio en la edición artesanal, en el arte gráfico e
impreso, el trabajo se presenta como una dimensión real y tangible mediante los oficios con la que podés dialogar y tener un vínculo más humano. Pasa algo además con el libro que no sólo puede ser visto como uno mejor respecto del industrial si no también como uno más bello. Me parece que la palabra belleza ha salido un poco de nuestro lenguaje habitual, y para mí es algo
importante: la belleza, la pregnancia, la seducción de un objeto que te interpela desde su función estética, o que te incomoda incluso.

En algunas de tus publicaciones hacés mención explícita a que no tienen ISBN ¿Por qué decidís nombrarlo?

 

Primero está la cuestión política de no seguir ciertos protocolos institucionales adheridos a la
actividad editorial. Además, el ISBN es una mera herramienta estadística del sistema industrial
de publicación que sólo sirve para que alguien pueda prometer la disponibilidad de una publicación, que muy probablemente nunca vio, de una editorial que quizás no conoce. No tiene mucho sentido que una publicación sin distribución masiva tenga ISBN. Hay, y sobre todo para nosotros, otras formas de circulación más efectivas, y más lucrativas para el artista, el artesano, el productor gráfico o lo que sea, y que además generan y conforman una comunidad, que es algo que las librerías hacen para sí mismas, no necesariamente para los proyectos editoriales o los artistas. Porque si yo vendo sólo en librerías nunca voy a saber quiénes
compran mis libros, ni dónde están o qué dijeron; en cambio si me compran a mí en una feria o por correo postal, ahí inicia otra cosa que la mayoría de las veces trasciende el intercambio de bienes. Como suelo decir, se trata de una comunidad de comunidades, porque ahí adentro hay
escritores, fotógrafos, editores, diseñadores, artistas, etc.

Tenés una publicación que habla del colapso del sistema industrial de publicación. Un título fuerte, ¿a qué te referís con colapso?

 

Este colapso, que no deja de ser también la expresión de un deseo, es evidente tanto en el
sistema capitalista global neoliberal como en la industria editorial, que en los últimos 30 años
se ha vuelto más ineficiente, más exclusivista (incluso elitista) y más empresarial (profesional, también le dicen). Ciertas propuestas en torno a la escritura como mero trabajo insertado en
una cadena laboral, o de continuar con un marco de derechos de autor ridículo en la era digital, me parece que tienen que ser, sino no desarticuladas sí al menos asediadas. Y yo creo que un
ámbito privilegiado para hacer eso es el arte gráfico y la edición artesanal.

¿Sentís que autopublicarse es un trabajo en soledad y sacrificado?

 

La creación de casi cualquier cosa artesanal es, en general, algo muy solitario, pero que se
nutre al mismo tiempo de la realidad de la comunidad de comunidades: las ferias, las pequeñas librerías o galerías, y el contacto directo con los lectores. Me parece importante también notar
que estamos en un momento del neoliberalismo donde hay un discurso entre genuino y
fantasmal en torno al “emprendimiento” y la “autoexplotación”. Muchas veces se tilda a la
publicación artesanal o a la autopublicación como “autoexplotación”, cuando en realidad hay, o puede haber, sencillamente, autogestión; la explotación ocurre más bien en la cadena de especializaciones, en las zonas estancas del trabajo industrializado, que tienden a volver alienante casi cualquier trabajo. Entonces aparece la idea de taller (como espacio físico pero también como práctica social, comunitaria), que es donde se reúnen todos esos saberes no-especializados, no profesionalizados, y profundamente arraigados en las experiencias y relaciones. Y ahí alguien puede pensar un texto, una traducción, un marco y soporte material,
una impronta gráfica particular, también una estrategia de comunicación, un circuito de circulación ideal, etc. Son todas cosas que hay que aprender, y la idea de “proyecto” editorial colabora con eso, porque es algo a largo plazo y que involucra fuertemente el cuerpo, los
cuerpos. Y para mí la edición artesanal es eso: la publicación de los textos con los cuerpos.

¿Qué le dirías al Eric del pasado que iniciaba su recorrido en el mundo de la publicación?

Bueno, en principio no le diría nada, porque el proceso de descubrir es mucho más interesante que el de confirmar. Hay ciertas cosas que, tarde o temprano, todos descubrimos y que son
determinantes (siempre con el tiempo y la escala de nuestro lado, claro):

1) que hacer una publicación en tu casa es más barato y más divertido que mandar a imprimir, y que implica un proceso de formación, además, en un oficio en el que todos somos siempre nuevos;

2) que las personas se sienten interpeladas por la pregnancia de los objetos artesanales; y

3) que armar el espacio para escribir (en un sentido muy amplio) es la primera, y quizás la única, obra “nuestra”.

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