Insistir en el papel: 6 – Ivana Salemi

Para el club de lectores por

APUNTES PARA UNA CONSTRUCCIÓN COLECTIVADE UN ANTIMANUAL PARA LA AUTOPUBLICACIÓN

 

Por TURMA* – club de lectores Turma

¿Cómo te imaginás lectores futures indagando en el acto de publicar?

 

Qué pregunta el futuro, ¿no? Me copa que une a veces hace cosas y eso es una posición sobre una práctica. Por ejemplo Eric (Eric Schierloh – en Insistir en el papel 4) da su mirada de la autopublicación y la edición artesanal que quiero que futuras generaciones lean. Para mí en el futuro la materialidad va a ser un tesoro. El papel es super frágil pero creo que va a ser un lugar de referencia. Todo puede explotar mañana y lo que menos va a importar son los fanzines, pero para mí van a ser tesoritos.

 

Leía también lo que decía Lino (Lino Divas – en Insistir en el papel 1) de que en los noventa los fanzines eran los modos de circulación de los márgenes, de pasarse data.

Hoy el fanzine está en otro lugar. Le seguimos diciendo el mismo nombre porque no es una producción en masa, tan industrial y sin la tapa de cartón que lo protege. Pero para mí se volvió una suerte de fetiche. Si nos quedamos sin árboles, que es probable que sea pronto, circularán en internet los libros de Barba de Abejas como algo de culto y voy a disfrutarlo.

¿Qué otras materialidades puede tener un fanzine?

 

Infinitas. Seguramente nos toque experimentar con fibras vegetales y recicladas[1] .

El soporte cambia. Hace poco compré un fanzine de Ediciones Raúl, que está haciendo fanzines con papeles encontrados en la calle. Eso me parece hermoso. También poético. Y también lo que podemos hacer en este contexto. Vuelve a estar de moda la ropa de feria de americana y, más allá de los nombres hermosos que le pongamos, básicamente se trata de que reventamos el planeta y hay que hacer con lo que hay.

Hablando de fibras vegetales y naturales, me imagino fanzines de telita. Yo soy más de la impresora y el papel, a pesar de mi investigación con las fibras naturales. Pero adoro la experiencia de estampar sobre cualquier cosa. Este año hice por primera vez una talla de grabado, estampé mis dibujos y me estalló la cabeza. En el grabado y su huella hay un montón para hacer.

Pensando en las materialidades y estos objetos que empiezan a ser de culto por la emergencia planetaria y el cambio de época, ¿qué diferencia ves entre la cultura fanzinera pre cambio de milenio y la escena actual?

Creo que el fanzine ahora está en una situación de fetiche y mercantilizado. Antes también existía pagarlo, pero era sobre todo para poder reimprimir. De todas maneras creo que todavía existe algo comunitario y de eso de manada alrededor del fanzine. Es cierto que es distinto. Seguro que en los noventa era otra cosa, yo era una niña y no estaba en esa práctica de lleno como Lino por ejemplo, pero creo que era un soporte o medio relevante para comunicar un mensaje, trasladar data que de otra forma no circulaba. Hoy hay más acceso a la información.

Con Territorix simbólico[2] hice un isuu y lo colgué en la web a la vez que armé los fanzines. Quise que cualquiera que conectara con la publicación, pero no lo pudiera comprar, pudiera verlo en internet. Con el cambio de milenio vienen otras formas de que circule la información. Y a la vez, esa comunidad fanzinera sigue estando. Yo tengo mis amigues de la feria, de la familia fanzinera. Y mismo con mi hermana nos reencontramos en esa. A Maru (Mariana Salemi) la amo y no tenemos muchas cosas en común, tenemos miradas distintas sobre cosas y el fanzine nos reunió.

 

Hay una comunidad y una hermandad fanzinera.

 

En términos de materialidad, antes era collage y fotocopia. Y la limitación de hacer con lo que hay es una filosofía piola. Invita a la creatividad y a un ejercicio de indagar adentro. Hoy en día vas a las feria de arte impreso o en las editoriales y hay un montón de materialidades y posibilidades. También mucha gente que manda a imprimir y luego vende. Está bueno que se diversifique la familia fanzinera. De feria en feria, circulante. Hace poco nos encontramos todes en La Transa de La Plata y “ay, no sabía que ibas a venir”. Ahí circula información.

Cada vez hay más gente queriendo imprimir y en distintos formatos, y la microdata de imprentas baratas, nombres de papeles copados, es algo que sigue circulando en la comunidad. Y en ese sentido se relaciona con esa práctica de los noventa con el tipo de información que circulaba en ese momento, la música, las bandas que hacían fanzines. Creo que lo que se dice y cómo se dice son igual de importantes. El mensaje y la información. Con respecto al medio, cambió la cultura fanzinera y al mismo tiempo hay algo del canal de cierta circulación de información alternativa que sigue circulando ahí.

 

¿Cómo empezaste con Territorix simbólicx?

 

Cuando arranqué, había construido mi archivo de imágenes y pensé que tenía que ser un fanzine, apareció esa idea. El primero fue El conurbanx. Tenía un montón de imágenes. Hace poco vi un video con todas las imágenes que quedaron afuera y me divertí mucho.

 

Estudié en ciencia política y trabajé mucho en proyectos donde me tocaba recorrer comedores de barrios. Eran los inicios del macrismo y me habían echado de mi trabajo del Estado. Estaba en crisis. Trabajaba con capacitaciones en microfinanzas para emprendedores, me rajan y me sale este trabajo de ir a los comedores. Al mismo tiempo estaba haciendo encuadernación, y aprendí a encuadernar que era algo que quería hacer hace mucho tiempo. Y tenía todas estas imágenes que sacaba porque me convocaban en la calle. Yo me encontraba sola entrando a un barrio claramente peligroso. Iba como tarde seis y media, siete, y me encontraba con barrios de laburantes, con jardincitos con mucho amor en las partes de delante de las casas. Que era precario pero que alguien estaba ahí cuidando ese lugar. Las fotos tienen que ver con eso, con el proceso de llegar hasta ahí. Y en esos barrios peligrosos también había cosas de mi barrio. Yo visitaba distintos lugares del conurbano, zona oeste, sur, norte… y empezó a aparecerse este gesto poético y estético del conurbano, más allá de la zona. Que también es una referencia geográfica e identitaria. Cuando empecé a pensar cómo hacer dialogar las imágenes con pedacitos de ideas anotadas en cuadernos, decidí que no me interesaba hablar desde la diferencia geográfica sino desde el gesto conurbano general. Empecé el proyecto en 2016 y en 2017 empecé a hacer clínica con Andrés Labaké. Tuvo que ver con lanzarme al vacío, a ver qué hacía por la crisis, y también darle tiempo a algo, a un proyecto. No tenía idea de qué iba a pasar con esas imágenes. Yo empecé en la clínica por mis pinturas y Andrés me preguntó si hacía fotos y yo hacía estas imágenes con una analógica Minolta y con el celular. Él me pidió que editara mis fotos. Yo nunca me había sentido fotógrafa porque nunca la había tenido clara con la cámara. Y al estar caminando en un barrio peligroso, no iba a sacar la cámara. Tenía que ser inmediato, como una necesidad del momento, de discutir prejuicios sobre los barrios populares y el conurbano como un agujero negro o un lugar peligroso. Después con el tiempo, entendí que era una postura sociopolítica y también de género. Para mí caminar es muy importante, deambular es fundamental en mi vida y no es lo mismo la experiencia con el territorio desde el auto o desde un transporte. Y ser mujer, poder circular por ahí. Con criterios y cuidados, yo soy militante de caminar. Siendo mujer y chiquitita.

 

La primera vez que lo presenté fue en un ciclo que organizaba Violeta Castillo en La Confitería donde había feria. Ahí conocí un círculo y entendí que quería hablar de esto. Cualquier persona que tenga un vínculo con el conurbano puede ponerle imágenes y textos porque es lo más collagero del mundo, entonces todo bien. Me dieron muchas ganas de salir a decir que son barrios amorosos de comunidad y familias obreras, y también modos de hacer ciudad. Para dar un ejemplo concreto, una vez en Malvinas Argentinas fui a visitar una casa de recuperación de adicciones cerca de Villa de Mayo, cuando el conurbano se pone rural, y para volver a la estación de tren tenía que caminar treinta cuadras. La piba del espacio me avisa que pasaba un auto colectivo por la parada del bondi y entendí estrategias de organización popular de modos particulares de habitar la ciudad. Hay un bondi que funciona mal y sale casi lo mismo. Y no es lo mismo que un remis, que en los barrios es un concepto. Los modos estéticos del conurbano son modos particulares de hacer la ciudad. En otras ciudades más normadas, incluso en las zonas más céntricas del conurbano, está todo más normado. En estos espacios límite, a las orillas, tanto el Estado y el Mercado están menos presentes y hay más tejido comunitario que permite eso. Armar manifiestos, archivos, palabras e imágenes, son gestos estéticos y también crean ciudadanía o modos de vinculación social. Vincular imágenes, textos, tiene que ver con los tejes. 

 

El vínculo es algo super importante en mi práctica. 

 

Y en Territorix simbólico particularmente. En ese momento no existía The walking conurban[3] y era unas imaginario más cerrado. Creo que ahora circula más afecto. Yo quería hablar de mi vínculo con el caminar y con el conurbano. Caminar es vincularse de otra forma particular con la ciudad. Y esta es la parte más de militancia política que para mí tenía mucho sentido, porque había dejado un espacio de militancia y estaba armando otros modos de militancia política-poética. Y también había algo de la experiencia subjetiva y personal de tomarse el tren hasta Santa Rosa en el Belgrano y de ahí tomar otro bondi… Por suerte no tuve ninguna situación complicada y eso que trabajé un año entero. Es un viaje muy personal, yo estaba metida muy en esa. Me aparecían estas imágenes surrealistas. En otra clínica que empecé mucho tiempo después, me dijeron que era romantizar el conurbano y sí, quise romantizar este vínculo con el conurbano en ese momento. No me interesaba mostrar la herida abierta. Que está, pero prefiero hacer otras cosas en relación a eso. Es un canto de amor, un idilio total.

 

La experiencia política sensible se asocia a la micropolítica. Como dice Ticio Escobar, hay algo del arte que siempre es disidente porque busca correr el límite de lo que estructura la cultura como dispositivo de orden simbólico o de lenguajes. El arte se da ese margen de presentar una imagen y decir “esto no es esto”.  Entender que lo poético puede ser político es algo que aprendí mucho con Andrés Labaké. Mis collages antes eran de denuncia política más directa o macropolítica. En un momento tuve un quiebre y empecé a dedicarme más a mi jardín y me sentía la peor, por no estar militando directamente. Y es cierto que hay mucho para debatir en relación a eso. No te podés comer un fanzine. Una vez fui con la fundación PH15 a dar un taller de collage. El momento de disfrute de desarmar una imagen para armar otra para mí es un momento de disfrute total. Y Territorix simbólico para mí es ese proceso.

 

En el 2018 cuando se complicó más la economía me di cuenta que no podía imprimir más en color y empecé a hacer el Microfanzine del conurbano, en una línea más accesible. Sigo yendo a las ferias en el conurbano y el público empieza a reconocer los espacios de las fotos y eso es hacer comunidad y conectar con lo sensible. Y también es una excusa para poder decir todo eso que pensaba en el tren cuando estaba de viaje, hablarlo con otres.

Collage y vinculaciones, desarmar una imagen para armar otra… la detención que significa prestar atención tanto para el jardín como para la calle. ¿Qué pasa con el tiempo?

 

Yo soy más lenta siempre. Y creo que hay un montón de cuestiones que van más lentas y nos las perdemos por andar a las corridas. Como los vínculos también. Como las relaciones que no ves todo el tiempo, pero cuando te encontrás hablás una bocha… Transitar en transporte público o caminando también te permite dar tiempo y espacio a los otres y con une misme también. Cuando estás viajando, podés leer, escuchar música o mirar por la ventana. Es un tiempo no productivo que le podés ganar al capitalismo. Una especie de paréntesis.

¿Y en el proyecto actual que estás trabajando con las tejedoras?

 

Ese proyecto también está llevando más tiempo. Me gustaría hacer un fanzine más adelante. Llevar a la materialidad algo que acabo de publicar en un corto audiovisual. Se relaciona con mis otros proyectos porque también tiene que ver con el territorio, geográfico y simbólico. De los animales y de las plantas de los distintos lugares y de los saberes que se pasan de boca en boca. Pone en discusión esto de que el territorio es solo algo geográfico, sino que el territorio también tiene que ver con lo cultural. En 2022 gané la beca Kenneth Kemble de San Isidro para viajar a San Juan, Rio Negro y Chubut y llevar adelante la investigación. Un par de semanas después de enterarme, caminando por Boulogne, que es cerca de donde vivo, me encontré un aviso de talleres de hilado artesanal.  Era lo que iba a investigar en otros territorios en el mío. Yo estaba saliendo de Estación 1857 que es una casa cultural disidente donde milito y trabajo, todo estaba mezclándose. Me gusta el gesto silencioso de las hilanderas, que transforman el vellón en lana para tejer y eso es un gesto alquímico que me parece alucinante. Mi pregunta ahí también tiene que ver con lo vincular, cómo entienden su práctica, qué relación tienen con los tejidos, con el territorio… Cuando llegué ahí entendí que no había una diferencia, como yo creía, entre sujeto y territorio. Es un vínculo intrínseco, intersubjetivo. Susi Olín, quien me enseñó a hacer tintes naturales, me decía “Cómo no voy a agradecerle a mis tejidos si me llevan a conocer otros lugares”. Elvira, que es maestra del telar mapuche en Rio Negro, me hizo ver la relación entre el cuerpo y el telar, que es alto como una biblioteca. En todo sentido es una relación con el cuerpo, el objeto y el conocimiento… y en relación con otras especies, vegetales y animales.

más articulos
de investigacion