Cuida las plantas

Para el club de lectores por

Reseña del libro Tinta y rabia. Un relato visual y colectivo del estallido social en Chile por Macarena Quezada Bilbao, Jazmín Tesone, Valeska Garrido Rabello, Ailin Catalán Millacán y Silvana Egas Egas. 

Para el club de lectores por Flor Cosin

Despierta y grita

Tengo en mis manos un libro nuevo de formato pequeño y con olor a tinta. Me hace pensar en los retratos que Thomas Struth tomó de las familias alemanas en los años ´80, con gran rigurosidad en la composición. El autor reflexiona sobre el rol social de la familia y la memoria colectiva y se pregunta de qué lado estaría cada una de esas familias durante los años oscuros del nazismo. Luego, qué relatos construyeron para las generaciones venideras: las que nacieron en la Alemania que vería caer el muro de Berlín.

 

Tinta y rabia es un relato visual del estallido social en Chile en el 2019. Un fotolibro que responde a la pregunta sobre la que se yergue la obra de Struth:

¿Qué relato familiar y político daremos de los años que nos tocaron vivir?

Urdido por cinco mujeres, este libro recopila fotografías de los “rayados” (pintadas) que se hicieron en las calles de Santiago durante los días de la Revuelta de 2019: Despierta, tenemos rabia, cuida las plantas. Consignas que, al poco tiempo de ser pintadas, las brigadas de la policía las borraba. Al ser fotografiadas, fueron rescatadas del olvido.

 

Es un libro de fotos que muestra palabras y evita imágenes del caos y la represión. Escindida de su contexto, cada palabra adquiere una nueva dimensión. Cada rayado es una prueba única, con una tipografía y un color particulares, realizado sobre una pared distinta, con aerosol, con stencil… Algunas recuperan consignas de los años 70’s: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Otras traen consignas nuevas: “pelea como mujer”. En su conjunto, dan cuenta de que todo Chile despierta y grita.

Pelea como mujer

El proyecto empezó cuando Macarena Quesada Bilbao fotografió los rayados que había en los muros de la Biblioteca Nacional, donde estaba haciendo una pasantía. A pedido de las autoridades de la institución, recorrió el edificio histórico y volvió después al silencio de la biblioteca. Acopió fotos y fotos de las pintadas del Chile insurgente. Formó un archivo cada vez más voluminoso en una carpeta en la computadora, que al principio llamó Cuadernos de la revolución

La fotografía que hizo de las escalinatas del edificio, en las que se tendió un gran lienzo con la consigna “La poesía está en la klle”, funcionó como catalizadora para que la autora expandiera su proyecto. Salió a recorrer en bicicleta otros barrios, en búsqueda de más rayados.

Macarena quería participar activamente de las protestas, pero al tener una niña de solo tres años, le parecía muy peligroso salir a manifestarse. Mientras la pequeña estaba en la guardería, recorrió las calles con su cámara en búsqueda de las palabras que estaban en boca del pueblo y también en la geografía de la ciudad, que se volvía cada más caótica. Cuando volvía a casa, tapaba puertas y ventanas, para que el olor de los gases no se colara dentro.

Así se gestó el archivo de Tinta y rabia, con un total de mil doscientas fotografías. La edición del libro surgió años después, cuando Macarena conoció a las otras autoras del proyecto en la diplomatura en Artes del libro en la UNA, en Buenos Aires. Bajo la tutoría de Zalma Jalluf y Rubén Fontana, se formó un grupo interdisciplinario: Jazmín Tesone en la edición de fotos y la coordinación editorial, Valeska Garrido Rabello en encuadernación y encuadre histórico, Silvana Egas Egas en diseño y Ailín Catalán Millacán en edición de textos y entrevistas. El libro termina con un texto a cargo de Andrea Jösch que resume el proceso político que vivió Chile y se pregunta: a cinco años de la revuelta, ¿qué acciones aún reverberan en mí?

Las imágenes de los rayados se intercalan con cuatro testimonios de personas que participaron de las protestas: una mujer de una olla comunitaria, una brigadista, una estudiante secundaria y un joven víctima de trauma ocular.

Los testimonios estructuran el relato visual y a la vez cada uno representa simbólicamente un sector de la sociedad. Transcriptos en primera persona, los relatos conservan los modismos de la lengua y dejan entrever una lucha llevada adelante por distintas generaciones en las que prevalecen esperanza y valentía, a pesar de la ferocidad de la represión, que dejó ver un modus operandi sistematizado. Esto lo demuestra el testimonio de Nahuel Herane, un joven estudiante de 17 años, que perdió la visión de un ojo al recibir un disparo de la policía.

El 20 de diciembre me dispararon. Esa noche estuve con una intuición muy mala. Ya era tarde. Luego del disparo me agarraron entre dos o tres para subirme al Block. Escuché el grito de mi mamá. Cruzamos las miradas, no nos dijimos nada y seguimos subiendo. Vivimos un shock familiar. Esa noche una vecina nos llevó a urgencias, pero en el camino yo tenía asumido que había perdido el ojo.

Cuando leo su relato, adviene a mi memoria la foto de la mujer ciega que Paul Strand hizo en Nueva York en 1910. La fotografía directa empezaba a sentar las bases para que luego fuera posible contar las grandes tragedias del siglo: las guerras, los campos de batalla y los de exterminio. Sin embargo, la fuerza de la foto de la mujer ciega radica en gran medida en que visibiliza un sujeto social hasta entonces no mirado. Los no vistos, los callados. El accionar de la policía chilena intenta callar, no dejar ver, cegar.

 

Tinta y Rabia surge como respuesta a ese accionar represivo. Una vez más, la fotografía viene a dar cuenta, a construir un relato propio, un testimonio: Resiste, despierta, la lucha nos libera.

 

El libro se imprimió en Chile en julio de 2024, gracias a un subsidio de FONDART. Es pequeño, impreso en papel obra. Un papel económico y liviano, que resignifica lo narrado.

Un almacigo verde

Un libro nuevo, el olor a tinta fresca, la rabia que se convierte en consigna y en acción poética.

 

Es de noche.

 

El 24 de marzo de 1977, en el jardín de la casa de San Vicente, Lila Ferreyra y Rodolfo Walsh plantan un almacigo verde. Al día siguiente, al despedirse en la calle, ella le dirá: “No te olvides de regar las lechugas”. Horas más tarde Rodolfo enviará la carta a la junta militar y será asesinado brutalmente por un grupo de tareas de la E.S.M.A.

Pero volvamos a San Vicente, a esa planta verde que a pesar de todo echó raíces bajo tierra. En alguna medida, las palabras gritadas por Lila atravesaron la calle, pero también atravesaron el tiempo y el territorio. Como las preguntas que subyacen en la obra de Struth, quien pone en diálogo a una generación con la siguiente; y, en consecuencia, posibilita la construcción de un relato histórico que se urde a través de la imagen fotográfica. Me hace pensar que las palabras lanzadas al viento por Lila equivalen al rayado que, años después, Macarena encontrará en el Chile insurgente, mientras vela por el cuidado de su hija pequeña. Se para delante de un rayado, lo mira detenidamente y luego lo fotografía. Dice: Cuida las plantas”.

Flor Cosin

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