361 PIEDRAS BLANCAS Y NEGRAS

Para el club de lectores por

 

Reseña del libro 361 piedras blancas y negras de Julieta Pestarino por Flor Aletta para el club de lectores Turma

Los libros son pasajes a viajes de todo tipo. Cuando tomás con tus manos el libro de Julieta, estás teniendo una libreta de viaje.  En la tapa un enigma hundido con letras doradas en una cartulina azul marino: 361 Piedras Blancas y Negras, firmado: Julieta Pestarino.  Esta libreta es un diario de viaje a Japón y sucede en un tiempo detenido de una partida de Go. 

Yo tampoco sabía de qué se trataba este juego. Un poco intuía de su complejidad por su desconocimiento.  Es un juego de estrategia y sus reglas, detalladas a lo largo del libro a modo de haikus, nos sumergen en un universo particular. Las reglas determinan límites pero también surcan caminos.  Posiblemente de esto también se trate la cultura. 

Empieza el libro.  En el papel una tabla con cuadros y puntos.  Ideogramas curiosos se deslizan sobre renglones limpios, hermosos y vacíos.  

Empieza el viaje.  Tokio, Japón: Julieta registró con fotos blanco y negro las partidas como si el universo del juego hubiera teñido la escena. En las imágenes flotan geometrías ordenadas y armoniosas: fichas redondas sobre cuadrados blancos y negros.  Sobre los tableros se asoman manos pálidas y delicadas con gestos suspendidos. La luz es tenue y suave.  Las personas visten trajes, camisas, anteojos y relojes.  Los ambientes son casi fríos y están vestidos con flores de bienvenida, carteles, banderolas, banderitas y posters que logran desordenar la simetría del espacio.  Se trata de una competición internacional de Go a la que fueron invitadxs ella y su pareja para jugar con otras parejas del mundo.  Correspondencias, protocolos, schedule de partidas y los detalles de cada papelito que guardamos.  El ritual de un viaje y el ritual del juego.  

 

Siento que viajar a Japón es viajar a un universo extraño.  Desconocer algo tan básico como el lenguaje al punto de no poder leer ni una letra en un cartel.  Caminar por una ciudad llena de gente y no poder reconocer ni palabras ni gestos de una conversación.  Viajar nos abre los sentidos en general, pero en Japón no queda otra.  Todo se vuelve contemplación, curiosidad, sorpresa ante lo más simple.  Las cosas nos miran.  Una fuente de agua brillante nos desea suerte. 

Las tablas en el libro persisten como la base de todo.  Sobre ellas, escritos con birome, irrumpen las simetrías de un delicado cuadriculado: números y tachaduras que parecieran ser puntajes acumulados o anotaciones de las jugadas.  El juego sucediendo con sus errores y sus aciertos sobre la hermosa y rígida tabla.  Lo perfecto y lo humano.  

 

En el medio del diario nos encontramos con un insert, un pequeño libro, casi un folleto dentro de nuestra libreta de Go.  Un universo nuevo se desprende como si fuera una pantalla y nos habla del mismo juego pero desde otro lugar.  Esa alteración del relato y ese contraste nos hace completar el entendimiento de este juego mostrándonos la escena de cómo, por primera vez, en el año 2016, después de 2500 años de práctica de Go, una computadora logra ganarle una partida a un humano.  Este hecho fue histórico y por supuesto televisado y registrado para internet.  El Go ha sido una práctica zen como una práctica para la guerra. En oriente este juego es parte de lo popular y de la sabiduría más profunda de la cultura.  Su práctica contenía de alguna manera el enigma de la creación,  del pensamiento de dos personas enfrentándose a jugar, armando una enorme red de cálculos y estimaciones… hasta que una máquina logró ganar la partida. “Durante décadas fue el último bastión de la humanidad ante el avance de la inteligencia artificial”.  

Llegando al final de nuestro diario, la regla numero 4 del juego nos dice: “La partida finaliza de común acuerdo y se cuentan los puntos según el sistema de conteo acordado previamente”.  La última foto es una imagen mitad expuesta mitad velada, un clásico “error” de las cámaras analógicas.  Un reluciente mostrador que se funde en el blanco infinito del amarillento papel de la libreta. Un final abierto. Las estrategias y sus infinitos caminos: ¿se trata de un cúmulo de experiencias? ¿Se acumulan las experiencias? Un jugador de Go que no gana la partida, ¿ha sido derrotado? La experiencia es intransferible, es una de mis frases favoritas.  

Flor Aletta

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