Rosario Bléfari participó del programa TURMA, el taller coordinado por Julieta Escardó.
Aquí la crónica de su visita.
“Un saludo y muchos besos para las amigas rosarinas”, se lo pedí y lo concedió, fresca, sin contradecirme. El video vía whatssapp viajaba rumbo a la ciudad que lleva su nombre, a segundos de sorprender a las chicas, que tanto la adoran. Rosario llegó adentro de un blazer aparentando ser más pequeña (una mujer en un cuerpo de niña). Lo mismo vale para sus gestos; hizo sonar el timbre y estuvo entre estudiantes sin la típica exigencia de alfombras rojas, abanicos y camarines.
Somos un montón, cuánticamente diecisiete. Nos habíamos pasado la primera hora y media compartiendo en voz alta un modesto cuestionario sobre lo que consideramos que hacemos bien. En el grupo hay de todo: buenas manos para las plantas; una obsesiva pasión por el coleccionismo; un hombre que cree no saber hacer nada, excepto ser un enorme y dedicado padre; unas cuantas buenas amigas que eligen ser anfitrionas por puro placer; una dormilona que justifica con sueños su performance; un arquitecto detallista y metódico que ama lo que hace; uno al que le gusta la bebida y por ella aprendió a preparar riquísimos tragos…
Con la llegada de nuestra invitada después del recreo, las ideas se pusieron en marcha. Un breve recorrido por sus gustos e inquietudes para poner a tono a quienes no la conocían. Otro grupo, embobado con el movimiento de sus brazos y el paseo de la sonrisa, atentos a cada palabra de su rockera fetiche. Y la Bléfari finalmente nos agitó: “el presente es todo el momento del artista para crear. Es ahí donde construye obra: en las cotidianeidades”. Conceptos nuevos, poco explorados.
Apuntes:
Falta más cuerpo. Hacer los talleres más lúdicos, donde los fotógrafos hagan el ejercicio de los actores y los escritores, el de los bailarines.
Arroja Rosario: “la distracción como método. Pensemos ¿cómo establecer un imaginario a partir de asociaciones libres que lo conformen? Hay dos elementos interesantes para ello. Uno es la gradación, que de alguna manera le da diversidad a las tonalidades que componen la obra. Es la posibilidad de disponer diferentes matices para utilizar, desparramados sobre la mesa. El otro elemento es la enunciación. Podemos extraerla del mundo onírico. Es lo poético, más abstracto, pero siempre tiene que poseer un margen de evocabilidad para que se convierta en una fantasía aprehensible y devenir un lenguaje universal”.
Hablamos de la imagen icónica, de lo potente que puede ser descontextualizarla del lugar común al que se la somete, de vincularla a un elemento menos cerrado en su sentido, que la dote de elementos que generen un tercer significado. Pero en este taller tanto preámbulo obliga a la práctica, porque la intención es no estancarnos cabeza adentro. Todos preparados, nos pusimos a jugar. Creamos una lista de imágenes que conformaran el imaginario personal, desde un circo muy desastroso hasta un tétrico consultorio médico. La leímos en voz alta. ¿Qué nos pasó frente a ellas?
Rosario Bléfari, la mujer de manos inquietas, alegría repleta y canciones maravillosas, tenía muchísimo para darnos. Nos quedamos consternados frente a tantas nuevas cosas. El tiempo pasó volando, y ella dejó la chispa. Esperamos que pronto su enseñanza deje huellas en nuestros mundos imaginarios.
Hasta siempre seño, quedamos cargados de brillantina con tu visita.