UN FOTOLIBRO, UN OBJETO.
Reseña del libro Otsuchi: Future Memories de Alejandro Chaskielberg
Objeto elegido: tres semillas del fruto japonés kaki.
En Otsuchi: Future Memories de Alejandro Chaskielberg, hay una imagen de una señora sentada sobre el suelo, que da esperanza. Hay una foto de un niño que sonríe, junto a su padre y su cámara, que también nos relaciona con esta sensación. Otsuchi: Future Memories es un interesantísimo proyecto que construye, cargando con el gesto fotográfico de la ruina, hacia adelante.
En su carácter físico, el libro se nos presenta con una faja blanca, que con un breve, pero inteligente desplazamiento, da temblor al título del proyecto. Y vale decirlo, es una gran introducción. Lo es ya que en Otsuchi: Future Memories los desplazamientos abundan. Los hay de tiempo, de lugar, de espacio, de color, de las posibilidades fotográficas y en esencia, de la tragedia a la esperanza.
En Otsuchi la fotografía se pone de pie.
El libro nos ofrece un documento de las consecuencias del Gran Terremoto del Este de Japón (conocido como Higashi Nihon Daishinsai) que golpeó al país nipón en Marzo del 2011 y que posteriormente produjo un tsunami, arrasando con la ciudad de Otsuchi en la prefectura de Iwate.
En el inicio del proyecto, las imágenes son una acumulación de basura y restos, que uno entiende, son producto de la catástrofe. Es un acierto, en mi opinión, que estas imágenes sean las únicas del libro impresas en papel brillante. Porque a diferencia del resto del material, sólo estas primeras fotografías duelen. El amontonamiento de materiales (maderas, plásticos, hierros oxidados, sogas, etc.) se nos presenta de a fragmentos y nos interpela visualmente con una profundidad exterior. La última imagen de esta secuencia es una gran pila de restos que flotan en un agua, ya calma. Digo que duelen porque físicamente el papel con su brillo proyecta estos restos derecho al ojo del observador. Nos dice mintiendo: esto es lo que quedó de la gran ciudad. Después, el libro nos dará a entender que estamos equivocados y que aquella montaña de materiales destrozados es sólo la superficie…
Otsuchi: Future Memories es más que un libro. Es, en una posible definición, un rompecabezas hecho de memorias ajenas. Casi todas las imágenes, a excepción de las de archivo, de las cuales ya hablaremos, continúan con un claro estilo Chaskielberg. Exposiciones largas y nocturnas, que parecen establecer un pacto con el tiempo y dan lugar a un estado de reflexión para con la imagen. Y no es menor el detalle técnico de como las imágenes han sido realizadas. El tiempo es protagonista en todo el proyecto. El fotógrafo pareciera abrir, en estos lapsos de construcción fotográfica, parado frente a lo que retrata, un pequeño portal donde la luz, el viento, la soledad desoladora de lo que las imágenes representan y la mirada de aquellos que retrata (que mientras esperan posando, piensan y recuerdan sintiendo al tiempo y a la ola pasar de nuevo) se permiten ser. Las imágenes se convierten entonces en una reflexión certera del sujeto que exponen. El fotógrafo se une a este ritual mientras produce las fotos y los lectores terminamos de cerrar este tremendo movimiento al contemplarlas y sentir que la ola del tiempo nos toca.
Una curiosidad es que de nuevo, como resultado de las largas exposiciones, en muchas de las imágenes el sol parece estar a punto de salir. Recordemos que Japón literalmente significa “el origen del sol” y frecuentemente se hace referencia a aquel país como el del sol naciente. Es una gran metáfora, la de este nombre y la de aquel incipiente sol en la imagen, porque Japón es un país que constantemente ha sufrido y ha sabido reconstruirse. Ha sabido salir, una y otra vez.
Volvamos al objeto. En general, el blanco acompaña a toda la publicación. Envuelve a las imágenes con un marco clásico y las respeta dando lugar a la noche de Otsuchi y a sus sujetos y paisajes que recuerdan, por fin, en paz. El diseño del libro, vale decirlo, es un acierto tras otro. En cuanto al uso del color en las fotografías, el artista ha logrado llevar su relación con la fotografía a un nuevo campo de experimentación al abandonar por completo (excepto en las primeras imágenes realistas e hirientes) el uso de color referencial y documental. En cambio, valiéndose de la paleta de color de las imágenes de archivo en el libro (ya hablaremos de estas imágenes supervivientes), ha decidido colorear las imágenes producidas por el mismo. Es decir, utiliza los colores del pasado para pintar las imágenes de un presente que permiten futuro. El color en el libro se convierte entonces en el puente que da coherencia a todo el material. Sacrifica la espectacularidad del color presente al color melancólico del pasado.
Cuando previo en el texto mencioné la mentira enunciada al comienzo del libro, fue porqué la verdad de Ostuchi no está en sus restos. Está en su gente. Ellos son su memoria y su futuro. Nada más importa, porque no hay material más pesado y fuerte que la memoria y su proyección en el tiempo por venir. El libro insiste en este concepto: las bases y los pilares de una sociedad son su gente. Lo hace con sus imágenes del pescador, con la de los muchachos que surfean, con la de los niños que juegan al baseball, con la imagen de los que festejan disfrazados de tigres y también con la de la señora que yace sentada sobre el suelo de lo que fue su hogar, mientras nos regala la esperanza.
Quizás al libro, en otra posible definición, le valdría mejor la de santuario. Porqué lo es. Todo santuario acusa un gesto arquitectónico de proteger la memoria y Otsuchi: Future Memories hace exactamente eso. Y es muy interesante esta transposición de disciplinas, porque en mi última conversación con Chaskielberg, él manifestó su deseo de construir y de entablar una relación con la arquitectura. Querido Alejandro, te tengo una buena noticia: ya lo estás haciendo.
Quedan dos elementos importantes por comentar y destacar.
El primero es el material de archivo presentado en el libro. El mismo es un conjunto de imágenes fotográficas halladas luego del gran tsunami. Se ve en ellas el pasado de un pueblo y también la naturaleza feroz que lo ha atravesado. Parecen pequeños Turners hechos de agua, memoria y tiempo. En el conjunto, agregan la nota expresionista a un material solemne que vibra desde otra posición.
El segundo elemento, y a mi entender, central en el proyecto, es la relación que se establece en las imágenes donde los sujetos posan sobre lo que fueron sus casas. Visualmente estos cimientos rectangulares revelan la base de un hogar. Pero son mucho más. Son esas piezas del rompecabezas que Chaskielberg construye. Está también, en esas cuadriculas, implícito y citado el formato fotográfico (ese proverbial rectángulo de luz). Las bases de concreto son el pasado, como la fotografía lo es, y sobre ellas, los sobrevivientes y su esperanza se ponen de pie.
Escrito por: Martín Bollati – martinbollati.com.ar
Fotografías: Guadalupe Arriegue – guadalupearriegue.com
OTSUCHI: FUTURE MEMORIES
Fotografías de Alejandro Chaskielberg, texto de Daidō Moriyama
Se presenta en Turma el jueves 9 de Septiembre a las 19hs. Entrada libre y gratuita.
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UN FOTOLIBRO, UN OBJETO
En el cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Jorge Luis Borges inventa un concepto que titula Hronir. Un hronir, para Borges, son unos objetos, pertenecientes al planeta de Tlön. En este lugar, cuando un objeto es buscado intensamente, se lo halla. Porque en Tlön la Voluntad modifica la Realidad. Entonces, un hronir, es un objeto que surge a partir del deseo, o de la imaginación.
Inspirados en este concepto, la sección Un fotolibro, un objeto propone una reseña de un fotolibro en donde se proponga la lectura del mismo acompañado de un objeto. El objeto potenciará la lectura del fotolibro y abrirá otros caminos que este alberga.