Conversación con Constanza Niscovolos, directora del documental recientemente estrenado Yo y la que fui – Retrato sobre Adriana Lestido. Por Flor Cosin para el club de lectores Turma

Es de tarde, las luces comienzan a encenderse en la bahía de la ciudad más austral del mundo. A través del lente de la cámara, los faroles desenfocados se perciben como pequeños destellos titilantes.
En primer plano se ve una mesa, la ventana, las manos de Adriana -la fotógrafa, maestra, madrina- pelan lentamente una manzana. Mientras come, habla con Julia, su ahijada. Miran el lago. A lo lejos, un barco se abre paso en la bahía.
En el documental Yo y la que fui, un retrato sobre Adriana Lestido, se repiten diferentes escenas como esta: las mujeres (Adriana, su ahijada Julia y su amiga Constanza, directora del documental y madre de Julia) contemplan el paisaje. También desarman una casa para empezar de nuevo. Sobre todas las cosas, se acompañan a lo largo de los años.
Mientras, repasan la vida y obra de Adriana Lestido, figura fundamental de la fotografía argentina. La conversación se percibe com el título del libro de Clarice Lispector: la Revelación de un mundo. El más íntimo de la autora.
Las charlas giran en torno al padre preso, el amor, la maternidad, la pareja desaparecida y la necesidad de volver a ser una aprendiz.
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Hay muchas escenas de la película que suceden durante un viaje, andando en auto, llegando a un lugar o contemplándolo. Está también muy fuerte esa unidad de tres: Adri, vos y Julia, como una pequeña familia de mujeres que se van abriendo paso a lo largo de los años. ¿Lo pensaste así?
Sí. Tengo una imagen muy fijada de Adriana contemplando el mar, el agua.
Lo de la familia, en una primera instancia, no lo tenía tan pensado. Fue saliendo… algo más inconsciente. Después surgió esto de que Juli sea la que pregunta, y se armó la unidad familiar.
El tema de los viajes, en realidad, me parece que nos dio una forma de contar. Fue apareciendo también, en los viajes que sucedieron de verdad. Lo que para mí era muy importante era la mudanza, contarla.
Constanza se refiere al desarme de la casa que Adriana tuvo en la costa, en la que vivió y dio talleres durante muchos años. Una casa que decidió vender para emprender una nueva travesía: viajar al Círculo Polar Ártico, en búsqueda del blanco. De esa aventura, deviene su primera película Errante, la conquista del hogar. Irse para volver.
Mientras hacen la mudanza, Adriana y Constanza miran dibujos que hizo Julia cuando era chiquita y conversan. Sobre los años pasados, las series de fotos, las ausencias…
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¿El nombre de la película lo tomaste del poema de Alejandra Pizarnik «ahora en esta hora inocente/ yo y la que fui nos sentamos/ en el umbral de mi mirada»? Me pregunto a qué te referís con “Yo y la que fui” en la película… ¿a la trayectoria de Adriana?
Esto fue hace muchos años, cuando Adri hizo la retrospectiva en el Recoleta, en el 2008.
Me acuerdo de que estábamos en su casa de Chacabuco y ella me leía algunas de las frases que quería usar en la muestra; de hecho, la cita aparece en una de las paredes de la expo. Cuando escuché ese fragmento me voló la cabeza: “Yo y la que fui”. Esa unidad que incluye la que fui y la que soy ahora: dos distintas y una misma a la vez. Se refiere a lo que ella deja atrás. Hasta dónde sos otra y hasta dónde no. Las dos Adrianas conviven en un mismo ser. Esto surgió casi al principio que empezamos el documental.
Le dedicás la película a tu mamá, ¿por qué?
Sí, por varias cosas. Conozco a Adriana a través de mi mamá, por una amiga que tenían en común. Mi mamá me decía “tenes que estudiar con Adriana, tenes que llamarla”. Y a mí me daba vergüenza. Pensaba: ¿cómo voy a llamar a una persona que no conozco?. Y, justo en ese momento, Adriana saca un aviso en Página 12 para dar un taller. Era el ´95. Entonces la llamé, porque me sentí habilitada para hacerlo. La película está muy atravesada por la vida y la muerte de mi vieja.
¿Por qué?
Mi mamá y Adri tienen en común cierto sentido de la justicia, de la justicia humana. Por otro lado, mi vieja murió en febrero del 2019. Ella sabía que yo estaba haciendo este documental y estaba muy contenta con eso. Después, hay una cosa re loca, cuando fuimos a Ushuaia. Se cumplió un año de la muerte de mi vieja cuando estábamos allá. En un departamento en el que se veía la bahía, tenía una vista hermosa y de golpe apareció el Irízar. ¡A mi vieja le encantaba! Era cero aventurera, pero le encantaban las historias de aventuras y le parecía alucinante ese rompehielo.
Mi abuelo había ido a la Antártida laburando de fotógrafo en presidencia hace muchos años. Y bueno, Adri también hizo su propio viaje, también en el mes de febrero. Entonces yo veía el Irizar abrirse paso… y me parecía que era mi mamá.
¿Y cómo era tu relación con este abuelo?
Tenía un vínculo muy fuerte con él.
Hace algunos años coincidimos en el taller de narrativa de Ángela Pradelli. Recuerdo un texto que leíste en el que una nena se quedaba a dormir en la casa de sus abuelos. Llovía y la casa estaba llena de goteras. Se escuchaba el repiqueteo del agua que caía en las ollas que había en el piso… ¡Así que tu abuelo también era fotógrafo! ¿De ahí viene la fotografía para vos?
Me parece que sí. Fue fotógrafo de la policía y después de presidencia. Mi abuelo se llamaba Silvio y mi mamá Silvia.
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Al principio de la película, decís que Adriana es tu maestra y la madrina de Julia ¿Puede ser que decís que la sentís como una madre? ¿Cómo fue creciendo ese vínculo con el tiempo?
Sí, digo que es mi maestra más que una madre, es para mí un referente, una guía.
A veces las madres funcionan un poco así. La figura del maestro, una guía, una forma de ver el mundo. El vínculo se fue transformando, me siento par, en el sentido de la amistad, pero sigue siendo mi maestra, por supuesto.
Creo que las amigas, con mis amigas por lo menos, a veces jugamos el rol de hijas o de madres.
¿Te acordas de cuándo empezó el proyecto? ¿En qué momento dijiste: “quiero hacer un retrato de Adriana”? ¿En qué momento sentiste “ya está, terminé”?
Sí, me acuerdo que la primera vez que pensé en este proyecto fue cuando estaba viendo el libro de su retrospectiva Lo que se ve. Tiene en la tapa una foto de una mujer con un cuchillo, la encuadernación es entelada y de color arena. Lo primero que me recordó fue a un diario íntimo, de esos que tienen llave y candado. Al abrirlo, un pliego negro, después uno blanco, y una dedicatoria a su compañero de vida -y de lucha- que está desaparecido. “A su luz, bondad y belleza”, dice. La primera foto de la edición es la de una madre y una hija, ambas con pañuelos blancos, gritando en la Marcha por la Vida de 1982. “Ahí empezó todo”, dice Adrian,a cuando habla de esa imagen. Algunas de las caras que aparecen en las fotos tienen casi su tamaño real. Mirando los retratos impresos en un tamaño tan grande sentí por primera vez que quería hacer un documental sobre Adriana.
Para cerrar el proyecto, di muchas vueltas. Creo que hubiese seguido corrigiendo pavaditas eternamente. Como pasa con la escritura. No me acuerdo si era Carver que decía: “cuando volvés a poner una coma en el mismo lugar, quiere decir que ya está”. Así que dije: “bueno, ya está”.
¿Cómo fue todo el trabajo de ir revisando el archivo de Adriana e ir seleccionando qué parte mostrar, siendo un material tan grande y de tantos años? ¿Lo hicieron juntas?
No, fue un trabajo que hice sola, por supuesto acompañada por la montajista de la peli Elizabeth Wendling. Yo crecí con las fotos de Adriana, las conozco muy bien. Esas fotos son para mí como un disco de Charly, me las sé a todas… bueno, tal tema está en tal disco. Es una obra que tengo muy presente. Después sí, le preguntamos a Adri si había fotos que no quería poner, y en algunos momentos elegimos imágenes que de alguna manera acompañan lo que ella dice, pero en general las fotos las elegí por puro gusto.
Me gustaron mucho las fotos de Adriana con las mujeres presas, las fotos en las que se la ve con ellas. ¿Qué te parecen esas fotos?
¡Ay, a mí también me encantan esas fotos! Verla ahí con la cámara colgando, compinche. Me parece que cuentan un montón de quién es ella y está buenísimo que la fotografiaron las presas. El único problema es que ella dejaba la cámara, y por ahí ellas agarraban y sacaban, entonces no se sabe bien quién hizo cada foto.
¿Es la primera vez que se muestra este material de archivo?
Creo que no, creo que en la serie de Canal encuentro se muestran, pero no estoy segura.
Es hermosa esa serie. En uno de los capítulos, Adriana cuenta que, cuando era chica, los sábados a la tarde iba con su mamá al cine. ¿Cómo surgió la idea de que Julia cantara al final de la película? ¿Ella eligió el tema?
Juli también hizo la canción de Tirar del carro, que es mi documental anterior, y a Adri le encantó. Entonces dijo “Juli tiene que hacer una canción en esta película también”. (Risas). Pero a Juli le costaba hacer un tema para Adriana, entonces pensamos que podía interpretar una canción. Estábamos buscando temas con Juli en la casa de una amiga, y cuando escuchamos la letra de La noche eterna de El mató…, nos dimos cuenta de que la letra re daba. Más allá de que es mi hija, para mi es una gran cantante, así que me encantó que esté también en la película de esta manera.
En esto que contás también se ve ese núcleo familiar, de mucha ternura y afecto que atraviesa toda la película.
Sí, creo que el documental logra eso: estar un rato con Adriana. Más que una biografía, es un retrato familiar, un abrazo más que un homenaje.
Yo y la que fui.
En MALBA cine, entre el sábado 26 de julio y 2 de agosto de 2025, a las 20.30 Hs.
En CINEARTE CACODELPHIA – 17hs – Domingos 3, 10, 17, 24 y 31 de agosto
Constanza Niscovolos (1975, Buenos Aires, Argentina) cursó Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y fotoperiodismo en ARGRA. Asistió a los talleres y clínicas fotográficas de Adriana Lestido entre 1995 y 2008.
Trabaja como reportera gráfica en el suplemento Las 12 de Página 12, en la revista Ñ, la revista Viva y en el diario Clarín. Colaboró en los diarios La Nación, El Mercurio de Chile y las revistas Oh Lala, Rolling Stone, Brando, La Mano, Shop, El Gourmet y Hecho en Buenos Aires.
Realizó foto fija y backstage de la series Diciembre 2001, Sandro de América y de la película Gilda, no me arrepiento de este amor. Fue curadora de la muestra fotográfica La espera oculta, fotografías en la cárceles, en el marco de las Reglas Mandela (ONU) en 2016 en la Usina del Arte. Entre los años 2003 y 2014 coordinó diversos talleres de ensayo fotográfico. Participó de muestras de fotografía grupales e individuales.
